Prólogo de Gustavo Wilches-Chaux al libro "Reasentamiento en la zona de amenaza volcánica alta del volcán Galeras 2008-2010"
Tesis de Maestría de Vicky Delgado Zambrano (2019)
Si en gracia de discusión aceptáramos que existe una división real entre las llamadas “ciencias sociales” (“las que estudian el comportamiento del hombre en la sociedad y sus formas de organización”) y las llamadas “ciencias de la Tierra” (“las disciplinas de las ciencias naturales que estudian la estructura, morfología, evolución y dinámica del planeta”), tras leer esta tesis con que Vicky Mabel Delgado Zambrano culmina su “Maestría en Estudios Interdisciplinarios del Desarrollo” en la Universidad del Cauca, quedaríamos tentados a pensar que la vulcanología debe ser reconocida también como una “ciencia social”. Pero cada vez somos más conscientes de que no existe esa supuesta división, y precisamente trabajos como este contribuyen a explicar por qué.
Las “ciencias sociales” y las
“ciencias de la Tierra” son ópticas complementarias con las cuales se mira una
misma y compleja realidad: es el acoplamiento entre los dos ojos y el cerebro,
lo que nos permite formarnos una imagen multidimensional de esa realidad. Y es
el continuum gestión ambiental-gestión
climática-gestión del riesgo el que nos permite interactuar con ella para
mejorar nuestra relación con el planeta.
Volcán Galeras
Intento identificar de qué
volcanes terrestres podríamos afirmar que de una u otra manera no generan efectos sociales (económicos, políticos
y culturales en general, incluyendo a los procesos que estudian las “ciencias
de la salud”) y las primeras que se me vienen a la mente son las dorsales
oceánicas, esos volcanes longitudinales
que se elevan en el fondo de los océanos y a lo largo de los cuales se separan las
placas continentales en ese proceso conocido como Tectónica de Placas. Es
cierto sí, que en esas profundidades no existen comunidades humanas, pero
también lo es que de las dinámicas que se generan -o más bien: que se expresan-
en esas dorsales, depende en gran medida que la corteza de la Tierra sea como
es y que las especies que hemos evolucionado sobre la misma, incluida por
supuesto nuestra especie humana, seamos como somos hoy.
Recordemos que la cintura de
la Tierra -la llamada línea ecuatorial-
tiene una longitud de apenas 40.075 kilómetros, que es una distancia que
fácilmente recorre en pocas semanas un taxi de cualquier ciudad, y que en este
preciso momento la población humana se aproxima a los 7.800 millones de
individuos. Cada vez que en algún lugar de la Tierra ocurre un sismo o hace
erupción un volcán, con efectos de distinto tipo y magnitud sobre alguna
porción de la población humana, estamos recibiendo un mensaje de la Tectónica
de Placas y de las dinámicas que se generan a partir de allí.
Un volcán, pues, no es una cosa inerte, sino un ser vivo a su
manera: la expresión visible -sentible-
de procesos más profundos y de muy larga duración, y además un actor decisorio
del territorio que desde muchos millones de años antes de que apareciéramos los
seres humanos está ahí. Y que, como bien sabemos quiénes hemos reflexionado
sobre el tema o hemos convivido con algún volcán, ha tenido y tiene entre sus
múltiples funciones la de hacer, por las
buenas o por las malas, eso que hoy se denomina “ordenamiento territorial”.
Un actor decisorio que,
además, nunca ha dejado de reafirmarse como tal. En cuanto hace referencia a
las últimas décadas del siglo XX, en este mismo documento leemos que “después de 52 años de inactividad, el
volcán Galeras se reactivó en el segundo semestre de 1988; cabe anotar que
durante este primer periodo de reactivación se produjeron siete eventos
eruptivos, registrados cronológicamente así: el 4 de abril de 1989, el 16 de
julio de 1992, el 14 de enero de 1993, el 23 de marzo de 1993, el 4 de abril de
1993, el 13 de abril de 1993 y el 7 de junio de 1993; de allí hacia adelante el
volcán Galeras continua activo hasta nuestros días, con escasos periodos de
inactividad.”
Volcán Galeras con Pasto al fondo (2018)
Vicky Delgado hizo un curso
intensivo sobre el Galeras, cuya aula, laboratorio y maestro principal fue el
Galeras, entre 2008 y 2010, como integrante del equipo que se conformó en
desarrollo del “Proceso Galeras”, y que, según ella misma relata, “asumió el reto de la intervención
profesional en la ZAVA (Zona de Amenaza Volcánica Alta), teniendo que afrontar
no solo el rechazo apenas comprensible de las comunidades afectadas ante los
precedentes de la reactivación y el manejo de la emergencia, su baja percepción
del riesgo y su profundo arraigo territorial, sino también las dificultades de
gobernabilidad frente a las responsabilidades de cerca de 30 instituciones que
hacen parte del Sistema Nacional para la Prevención y Atención de Desastres,
donde se incluye a las autoridades gubernamentales en el ámbito nacional,
regional y local de cada uno de los municipios de la ZAVA”.
Albergue en Mapachico, municipio en la ZAVA (2007)
La “Maestría en Estudios
Interdisciplinarios del Desarrollo” que adelantó en la Universidad del Cauca y
con la orientación de sus profesores, ha sido una valiosa oportunidad para
sistematizar los aprendizajes que obtuvo en ese posgrado profesional y vivencial como integrante del equipo
descrito, y de la mano de todos los actores humanos y no humanos del territorio
donde trabajó.
Una oportunidad también para
realizar esa sistematización desde la visión de grandes generadores de escuelas de pensamiento, cada vez más
vigentes, sobre el desarrollo, la
comunicación, la investigación, la participación y, en últimas, sobre el
sentido de ser de nuestra especie humana en un mundo cada vez más convulsionado
y que nos exige realizar una profunda transformación cultural y ética, si como especie
queremos permanecer en la Tierra. A muchos autores de esos ya los conocía, pero
a otros los he venido a conocer aquí. Por eso no solamente valoro la generosa
invitación a escribir este Prólogo como un gran honor, sino como una
oportunidad para aprender.
Resalto con entusiasmo que
entre esos autores incluya Vicky al inmortal Aurelio Arturo, con lo cual
reconoce que la poesía es una de las formas a través de las cuales se expresa
la Inteligencia del Cosmos y definitivamente uno de los logros que, junto con
la ciencia aplicada en favor de la Vida y junto con las demás expresiones del
arte, sacan la cara por la humanidad.
Dice expresamente la autora
refiriéndose a “Morada del Sur”, que “para
el caso de la presente investigación, más allá del trazo literario y poético por
cierto extraordinarios, se incorpora al sentido original de otro mundo posible.
Las evocaciones de este poeta dan cuenta de episodios vividos que afloran a
través de su canto a la tierra y su amor por la naturaleza, la esperanza y el
sueño de un pueblo que continua latente a través de la poesía, muy cercano a
las ausencias y presencias que confluyen más allá del tiempo pasado, presente y
futuro y al espacio geopolítico como sucede en la ZAVA.”
(Aprovecho para agradecer a
Vicky, no sin rubor, que me haya otorgado un espacio para compartir el
vecindario con tan selectos pensadores)
Mi primera reacción al terminar
de leer los primeros capítulos de este libro fueron las ganas de compartirlo
con mucha gente, y la reafirmo ahora como convicción al llegar al final. Tanto
para quienes militan en las ciencias sociales, como en las ciencias naturales, y para quienes desde
la teoría y en la práctica, en territorios concretos, construyen cada vez más
puentes entre las dos, la lectura de estas páginas va a resultar de gran
utilidad. Y así también, para quienes desde la cotidianidad de la institución
pública, del proyecto de cooperación, de la organización no gubernamental o del
liderazgo y la acción comunitaria, están comprometidos a construir la paz entre
los seres humanos y de nosotros con la Naturaleza, y en este caso concreto con
los volcanes activos.
Seguramente no es usual
escribir un Prólogo con mapa, pero en este caso no he escapado a la tentación
de incluir este que muestra los volcanes activos del mundo y, en color rojo,
los que están en erupción en este preciso momento del 30 de Septiembre de 2018
cuando escribo esta reflexión.
Los diálogos
de saberes (y los diálogos de
ignorancias, que Vicky no menciona expresamente pero que están implícitos
en cada renglón); la recuperación de la memoria
de las comunidades y de los paisajes, guardada centenariamente en los mitos (Mito: una de las tantas palabras
que deben ser liberadas para que recuperen su sentido real) y en las toponimias, el significado de los
nombres actuales o perdidos de cada hito o lugar; el estudio de las etimologías que nos permiten entender
las palabras desde su raíz; la empatía
con quienes sienten que el volcán es parte integral de su Identidad, son
herramientas todas presentes en las páginas que se aprestan a leer.
Aprovecho la hospitalidad que
me ofrece la autora, para incluir aquí algunos aprendizajes que he adquirido en
situaciones como la que analiza esta tesis:
Para efectos del tema
que nos ocupa, el de la salud afectiva, emocional y cultural en situaciones de
desastre o de crisis en general, le otorgo especial importancia a la que
podríamos llamar “pulsión de identidad”, entendida ésta como el sentido a
través del cual sabemos y sentimos –valga la redundancia- que pertenecemos y
que somos expresión y parte de un determinado territorio. Podríamos describir
también la identidad, en este caso por defecto, con las palabras de un amigo
que se vio obligado a salir de Colombia por razones de seguridad, y que me
hablaba del “dolor de caminar sobre un barro de cual uno no ha sido
amasado”.
Desde siempre me ha
interesado la exploración de la identidad y el carácter difuso de los límites
entre el YO y el paisaje del cual formamos parte:
“…Yo mismo -escribí en un texto titulado ‘Popaiana: Sensaciones y Nostalgias’ en 1986-
no podría afirmar que poseo una entidad y una identidad distinta de ese campo
de fuerza que en algún momento impreciso se convierte en mi propia
circunstancia, ni yo mismo podría asegurar exactamente en dónde termino yo y
empieza Popayán (o viceversa). O en dónde termino yo y comienzan mis amigos, o
mucha gente que teóricamente no conozco pero que veo todos los días; o en dónde
terminan mis amigos y empiezan el volcán Puracé, la Plazuela de Santo Domingo o
la Torre del Reloj. La propia identidad, como la piel, pasan de ser los límites
del Yo, a convertirse en meros puntos de referencia, y uno, condensación
temporal de la circunstancia y el instante, se diluye en la atmósfera interior
de la burbuja cósmica…”
Más allá de la
pulsión individual, el “narcisismo primario” es también una construcción
cultural, el eje central de una cosmovisión predominante en distintas épocas de
la humanidad, como la Edad Media, cuando los límites entre el individuo y el
mundo eran reconocidamente difusos. Lo cual permitía, por ejemplo, la
existencia de la Alquimia, el arte para la transformación del espíritu del
artífice, a través de la manipulación y “elevación” de metales en el crisol.
Porque espíritu y crisol no eran dos entidades diferentes, sino un continuum entre
metáfora, sensación, conocimiento y realidad.
Esa identidad se
manifiesta y defiende de manera expresa en las comunidades étnicas, que saben
que su existencia y supervivencia resultan inseparables de su territorio –de la
Madre Tierra- pero no se limita a esas comunidades. Consciente o
inconscientemente, la mayor parte de los seres humanos heredamos y establecemos
lazos de identidad y de afecto con el territorio del cual formamos y nos
sentimos parte.
El desafío de reordenar las
relaciones entre las comunidades de la ZAVA y SU VOLCÁN, de manera que este
hito de su más profunda identidad no vaya a desencadenar un desastre, sigue totalmente vigente y existe la
obligación irrenunciable de afrontarlo por parte de las instituciones y demás
actores responsables de garantizar el respeto a los Derechos Humanos,
comenzando por el Derecho a la Vida de las generaciones actuales y de las que
han de venir.
Lograrlo sin que se violen
esos mismos Derechos que se pretenden defender, solamente es posible a través
de la participación efectiva de
todos los actores del territorio comenzando, sin lugar a dudas, por el dueño del patio, que es el mismo
volcán.
Este libro nos muestra muchas
de las claves para establecer esos diálogo
de cosmovisiones, y entre actores humanos y no humanos, al que es necesario
acudir.
De lo contrario, como escribí
alguna vez, “veo más viable cambiar de sitio el volcán, que lograr que esas ocho mil
personas salgan definitivamente del lugar.”
Gustavo Wilches-Chaux
Ver también: “El Galeras: un volcán que no se decide”
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