BUSH SENDS RICE TO THE VICTIMS OF THE ISRAELI BOMBARDMENTS
domingo, julio 30, 2006
sábado, julio 29, 2006
Teoría de Sistemas
Soldado de Naciones Unidas busca un compañero atrapado en los escombros de un bombardeo israelí sobre el Líbano
Foto: Página web CNN
Un sistema es un conjunto de elementos en el cual el todo es superior a la suma de sus partes, con excepción del Sistema de Naciones Unidas, en el cual el todo no solamente no es superior a la suma de sus partes, sino incluso inferior a algunas de ellas.
martes, julio 25, 2006
El peor desastre: la destrucción intencional y premeditada
Mientras unos se dedican a mirar de qué manera es posible reducir las pérdidas económicas y materiales y sobre todo a evitar la muerte y el sufrimiento de los seres humanos en caso de que ocurra un terremoto, otros, ante la impotencia de la comunidad internacional, y con la lucrativa complicidad de algunos de sus integrantes más poderosos, se dedican a ejecutar desastres, de manera premeditada, intencional, minuciosa.
Con la manera como Israel se ha dedicado a arrasar al Líbano, sin el menor reparo sobre los daños que pueda causarle a una población civil que sin lugar a dudas, en su gran mayoría, nada tiene que ver con el terrorismo, está llenando a sus enemigos de legitimidad.
Con la manera como Israel se ha dedicado a arrasar al Líbano, sin el menor reparo sobre los daños que pueda causarle a una población civil que sin lugar a dudas, en su gran mayoría, nada tiene que ver con el terrorismo, está llenando a sus enemigos de legitimidad.
¿Cómo combatir el terrorismo cuando uno mismo se convierte en terrorista?
¡Qué vergüenza pertenecer a una especie capaz de hacerles esto a sus semejantes!
¿Y en dónde está la "solidaridad internacional"? ¿Por qué todos los paises se movilizan cuando un terremoto, un tsunami o un huracán destruyen una comunidad, pero no cuando el desastre tiene como causa que a alguien le dá la gana destruir?
Creo que era Gandhi quien decía que el fin no justifica los medios, porque los medios terminan convirtiendose en el fin.
lunes, julio 24, 2006
La huella cotidiana de nuestro paso por la Tierra
Las nueve millones de personas que vivimos en Bogotá y sus municipios vecinos le mandamos seis mil (¡¡¡6.000!!!) toneladas diarias de desechos sólidos al relleno sanitario de Doña Juana.
Aunque el terreno destinado a relleno sanitario cuenta con cerca de 460 hectáreas, llegará un momento -¿dentro de 10 años? ¿dentro de menos?- en que quede colmado.
¿Y entonces?
Tocará buscar otro espacio giantesco para arrojar ese subproducto de nuestro paso por la Tierra. Ese nuevo relleno sanitario ocupará los pocos espacios que el proceso de urbanización haya perdonado, con lo cual se reducirán aún más las tierras disponibles para la recreación, para la purificación ambiental, para producir alimentos. ¿Y entonces? ¿Acabaremos los seres humanos sepultados por nuestros propios desechos?
Pensemos en esa cifra -6.000 toneladas diarias- cada vez que arrojemos a la basura una bolsa de plástico, un pedazo de papel, una botella, una cáscara... Claro: los desechos orgánicos pueden y deben reciclarse, pero todavía estamos muy lejos de lograr reincoporarlos totalmente a los ciclos de la materia.
Mejor aún: pensemos en esa cifra desde que compremos el producto que después, total o parcialmente, vaya a parar a la basura.
Cuando la bolsa de basura sale de nuestro apartamento o de nuestra casa nos olvidamos del problema, pero es, precisamente en ese momento, cuando el problema comienza para el territorio.
Eso para no contar todos los desechos que le mandamos a la atmósfera y los líquidos que les arrojamos a los ríos y quebradas.
sábado, julio 22, 2006
La sostenibilidad de los más vulnerables
¿Qué podría acabar con internet? Posiblemente un evento catastrófico de carácter masivo, como una erupción solar o una guerra nuclear que generara un pulso electromagnético capaz de afectar de manera grave e irreversible todos los dispositivos tecnológicos, tanto en tierra como en órbita, de los cuales hoy depende la civilización humana (satélites, computadores, etc.) O un virus generado -o autogenerado- con una tecnología "desconocida" para los sistemas encargados de proteger las redes informáticas.
(Nos referimos a algún tipo hipotético de amenaza que solamente afectara los sistemas digitales pero sin afectar de manera directa los sistemas y procesos "orgánicos", biológicos o ecológicos de la biosfera. Porque si de paso ese evento catastrófico acabara con las condiciones que hacen posible la vida en el planeta, la desaparición de la internet constituiría apenas un mal secundario para quienes fueran capaces de sobrevivir).
Pero volvamos al tema. De llegarse a presentar algún evento capaz de hacer "caer" de manera definitiva la internet, las comunidades humanas que supuestamente son más vulnerables debido a su atraso tecnológico tendrían muchísimas más posibilidadades de sobrevivir que los que estamos tan estrechamente ligados a los equipos electrónicos e informáticos y a la forma de vida que ellos representan.
Se vió cuando el Y2K puso en carreras a todos los seres humanos que de una u otra manera cohabitamos en el ciberespacio o dependemos de la informática. Mientras tanto, las comunidades "primitivas" permanecían totalmente indiferentes frente a esa amenaza, que para ellas -si se enteraban- ni siquera tenía el carácter de tal.
La globalización, tal y como hoy se entiende, depende fundamentalmente de la interconexión económica, política y por supuesto, tecnológica, entre todas las comunidades del planeta. Y aunque se diga que no, de una cierta homegenización cultural, sin la cual resultaría imposible generar las "interfases" y conexiones que les permiten a unas sociedades conectarse con otras. Esa interconexión puede generar las ventajas que de una u otra manera generan todas las redes (la más evidente y omnipresente de las cuales en este momento es internet), pero también da lugar a una gran cantidad de amenazas y a enormes vulnerabilidades.
Solamente la diversidad cultural y específicamente la identidad -una de las expresiones de la biodiversidad en los seres humanos- constituye un mecanismo de seguridad contra los peligros de todo tipo que puede generar la globalización.
Bosque de niebla (Chicoral - Valle) . G. Wilches-Chaux
Algo equivalente a las reservas genéticas existentes en las "parientas" silvestres de las especies vegetales alimenticias, medicinales o industriales que dominan el mercado por su rentabilidad y productividad, pero cuya homogenización las hace vulnerables a múltiples amenazas.
En esas especies silvestres puede estar la única posibilidad de resetear el código genético de una planta o de un animal determinado (de resetear la Vida misma en su concepción esencial) en caso de que en las veleidades de la ingeniería genética algún proceso o producto transgénico se salga de control.
Uno de los principales retos que en este momento encara la especie urbana, es el de la conservación de "antivirus culturales" (fuertemente ligados a la seguridad y a la identidad territorial) que la protejan de las amenazas provenientes de la conexión de todos los seres humanos a una red de redes de alcance global.
(Nos referimos a algún tipo hipotético de amenaza que solamente afectara los sistemas digitales pero sin afectar de manera directa los sistemas y procesos "orgánicos", biológicos o ecológicos de la biosfera. Porque si de paso ese evento catastrófico acabara con las condiciones que hacen posible la vida en el planeta, la desaparición de la internet constituiría apenas un mal secundario para quienes fueran capaces de sobrevivir).
Pero volvamos al tema. De llegarse a presentar algún evento capaz de hacer "caer" de manera definitiva la internet, las comunidades humanas que supuestamente son más vulnerables debido a su atraso tecnológico tendrían muchísimas más posibilidadades de sobrevivir que los que estamos tan estrechamente ligados a los equipos electrónicos e informáticos y a la forma de vida que ellos representan.
Se vió cuando el Y2K puso en carreras a todos los seres humanos que de una u otra manera cohabitamos en el ciberespacio o dependemos de la informática. Mientras tanto, las comunidades "primitivas" permanecían totalmente indiferentes frente a esa amenaza, que para ellas -si se enteraban- ni siquera tenía el carácter de tal.
La globalización, tal y como hoy se entiende, depende fundamentalmente de la interconexión económica, política y por supuesto, tecnológica, entre todas las comunidades del planeta. Y aunque se diga que no, de una cierta homegenización cultural, sin la cual resultaría imposible generar las "interfases" y conexiones que les permiten a unas sociedades conectarse con otras. Esa interconexión puede generar las ventajas que de una u otra manera generan todas las redes (la más evidente y omnipresente de las cuales en este momento es internet), pero también da lugar a una gran cantidad de amenazas y a enormes vulnerabilidades.
Solamente la diversidad cultural y específicamente la identidad -una de las expresiones de la biodiversidad en los seres humanos- constituye un mecanismo de seguridad contra los peligros de todo tipo que puede generar la globalización.
Bosque de niebla (Chicoral - Valle) . G. Wilches-Chaux
Algo equivalente a las reservas genéticas existentes en las "parientas" silvestres de las especies vegetales alimenticias, medicinales o industriales que dominan el mercado por su rentabilidad y productividad, pero cuya homogenización las hace vulnerables a múltiples amenazas.
En esas especies silvestres puede estar la única posibilidad de resetear el código genético de una planta o de un animal determinado (de resetear la Vida misma en su concepción esencial) en caso de que en las veleidades de la ingeniería genética algún proceso o producto transgénico se salga de control.
Uno de los principales retos que en este momento encara la especie urbana, es el de la conservación de "antivirus culturales" (fuertemente ligados a la seguridad y a la identidad territorial) que la protejan de las amenazas provenientes de la conexión de todos los seres humanos a una red de redes de alcance global.
¿Yin vs Yang o Yin y Yang?
Este blog, al igual que su hermano -"Libreta de notas de un viajero frecuente"- refleja una contradicción esencial entre el reconocimiento de que las ciudades son unas de las principales expresiones y evidencias de que los seres humanos nos hemos convertido en la peor de las plagas, y al mismo tiempo un testimonio de admiración por ese logro prodigioso de la especie urbana que son esas mismas ciudades.
¿HOY HAY MÁS DESASTRES QUE ANTES?
"La población urbana del mundo, que en 1960 era sólo de 750 millones de personas, alcanzó los 3.000 millones en 2002, y se espera que en 2030 supere los 5.000 millones". Joel Kotkin, "La Ciudad - Una historia global" (Barcelona, 2006)
Ambas cosas.
No solamente estamos mejor informados, sino que podemos ser testigos, en vivo y en directo, de los fenómenos que desencadenan los desastres, aún mientras están sucediendo.
Pero también están ocurriendo más desastres que antes, mucho más complejos y más destructores.
Me refiero a grandes desastres, de los que mojan prensa. Porque mientras tanto, siguen ocurriendo los “pequeños”, esos de los que solo se enteran los afectados y de pronto los alcaldes. Los que por su “modestia” no despiertan solidaridad internacional ni movilizaciones de ayuda, pero que sumados causan más daños que todos los grandes.
En el caso de los desastres de origen hidrometeorológico -como las sequías, las inundaciones y los huracanes- las amenazas, es decir, los procesos que disparan los desastres, están aumentando, en gran parte como consecuencia de la actividad humana.
Y ojo a que ponemos ejemplos de fenómenos relacionados con el clima, que están ocupado todos estos días a los noticieros de manera simultánea: la sequía en el Amazonas y las inundaciones en Centroamérica y México, desencadenadas por el huracán Stan, que ha resultado más destructor que Mitch en 1998. Para no mencionar las consecuencias de la ola invernal en Bello (Antioquia) y en otros lugares de Colombia. En este momento Katrina y Rita ya parecen historias de un remoto pasado, a pesar de que apenas ha transcurrido un mes largo desde la llegada del primero al Golfo de México.
Aunque es cierto que los huracanes aumentan o disminuyen como consecuencia de ciclos naturales, y que ahora nos encontramos en un ciclo de “alta” que puede durar otros veinte años, también lo es que cada vez quedan menos dudas sobre el aporte al calentamiento de la Tierra de las actividades humanas, como la contaminación atmosférica y la tala de bosques.
La forma predominante de eso que llamamos –con mayúsculas- “Desarrollo”, cada vez hace más vulnerables a más habitantes de la especie humana. Incluidas muchas comunidades de los paises industrializados, como lo demostró Katrina, y como lo demostró la ola de calor durante la cual murieron 15.000 personas en Francia hace dos años.
En otras palabras: los fenómenos hidrometeorológicos sí están aumentando, en cantidad y en poder destructivo. Con cambios de comportamiento que podrían afectar de manera particular a Colombia. Durante la temporada de huracanes 2004 y principios de la de este año, parecía haber indicios de que las rutas de los huracanes estaban tendiendo a acercarse a las costas colombianas (Iván, Emily...). Los últimos huracanes de la temporada 2005, por el contrario, se han alejado, pero eso no es suficiente para descartar esa amenaza.
No podemos afirmar, en cambio, que hoy haya más terremotos, o más erupciones volcánicas que antes. Pero sí podemos asegurar, sin lugar a dudas, que hoy un terremoto o una erupción volcánica puede causar –y de hecho está causando- muchísimos más daños, debido al aumento de la vulnerabilidad humana.
Esa vulnerabilidad aumenta porque hoy somos más personas y vivimos más apretadas. Ya no deberíamos hablar de especie humana sino de “especie urbana”.
Pero el aumento de la vulnerabilidad no depende solamente del incremento de la población humana/urbana (entre otras razones porque un 20 por ciento de las habitantes de este planeta consume y contamina más que el 80 por ciento restante), sino de que cada vez nos alejamos más de la posibilidad de convivir armónicamente con las dinámicas naturales del planeta. Por eso los desastres afectan sin discriminación a las zonas urbanas y rurales.
En Colombia y en el mundo vamos a ser testigos de más y mayores desastres en las próximas semanas, en los próximos meses, en los próximos años. No se necesita ser ni adivino ni experto para saberlo, como no se necesita ser “brujo” para saber que un conductor que pasa borracho a nuestro lado, a 200 kilómetros por hora, tiene un enorme riesgo de matarse y de arrastrar a los que se atreviesen en su paso.
Lo curioso es que cada vez hay más experiencias locales exitosas, concretas y tangibles, de cómo se lleva a la práctica eso que se llama “desarrollo sostenible”. Las protagonizan organizaciones y comunidades, y en muchos casos empresas, de la vida real, aliadas a veces con instituciones públicas de sus respectivos países. Abundan en Colombia, en América Latina, en el Caribe, en todos los continentes. Pero siguen dispersas. Sin capacidad de convertirse en alternativa “global” frente a ese “borracho” desbocado que se llama a sí mismo “Desarrollo”. El de la globalización neoliberal, el del TLC, el de los neuróticos mercados, que antes no se daban por enterados de las qejas de la gente, ni mucho menos de las protestas de la Tierra.
Pero esta vez Katrina -la naturaleza- se les metió a la casa. A ver si “por las buenas” entienden.
¿Hoy hay más desastres que antes, o es que andamos mejor informados?
Ambas cosas.
No solamente estamos mejor informados, sino que podemos ser testigos, en vivo y en directo, de los fenómenos que desencadenan los desastres, aún mientras están sucediendo.
Pero también están ocurriendo más desastres que antes, mucho más complejos y más destructores.
Me refiero a grandes desastres, de los que mojan prensa. Porque mientras tanto, siguen ocurriendo los “pequeños”, esos de los que solo se enteran los afectados y de pronto los alcaldes. Los que por su “modestia” no despiertan solidaridad internacional ni movilizaciones de ayuda, pero que sumados causan más daños que todos los grandes.
En el caso de los desastres de origen hidrometeorológico -como las sequías, las inundaciones y los huracanes- las amenazas, es decir, los procesos que disparan los desastres, están aumentando, en gran parte como consecuencia de la actividad humana.
Y ojo a que ponemos ejemplos de fenómenos relacionados con el clima, que están ocupado todos estos días a los noticieros de manera simultánea: la sequía en el Amazonas y las inundaciones en Centroamérica y México, desencadenadas por el huracán Stan, que ha resultado más destructor que Mitch en 1998. Para no mencionar las consecuencias de la ola invernal en Bello (Antioquia) y en otros lugares de Colombia. En este momento Katrina y Rita ya parecen historias de un remoto pasado, a pesar de que apenas ha transcurrido un mes largo desde la llegada del primero al Golfo de México.
Aunque es cierto que los huracanes aumentan o disminuyen como consecuencia de ciclos naturales, y que ahora nos encontramos en un ciclo de “alta” que puede durar otros veinte años, también lo es que cada vez quedan menos dudas sobre el aporte al calentamiento de la Tierra de las actividades humanas, como la contaminación atmosférica y la tala de bosques.
La forma predominante de eso que llamamos –con mayúsculas- “Desarrollo”, cada vez hace más vulnerables a más habitantes de la especie humana. Incluidas muchas comunidades de los paises industrializados, como lo demostró Katrina, y como lo demostró la ola de calor durante la cual murieron 15.000 personas en Francia hace dos años.
En otras palabras: los fenómenos hidrometeorológicos sí están aumentando, en cantidad y en poder destructivo. Con cambios de comportamiento que podrían afectar de manera particular a Colombia. Durante la temporada de huracanes 2004 y principios de la de este año, parecía haber indicios de que las rutas de los huracanes estaban tendiendo a acercarse a las costas colombianas (Iván, Emily...). Los últimos huracanes de la temporada 2005, por el contrario, se han alejado, pero eso no es suficiente para descartar esa amenaza.
No podemos afirmar, en cambio, que hoy haya más terremotos, o más erupciones volcánicas que antes. Pero sí podemos asegurar, sin lugar a dudas, que hoy un terremoto o una erupción volcánica puede causar –y de hecho está causando- muchísimos más daños, debido al aumento de la vulnerabilidad humana.
Esa vulnerabilidad aumenta porque hoy somos más personas y vivimos más apretadas. Ya no deberíamos hablar de especie humana sino de “especie urbana”.
Nueva York. En algunos casos las "costras" que formamos los seres urbanos "cristalizan" en enormes estructuras verticales. G Wilches-Chaux
Pero el aumento de la vulnerabilidad no depende solamente del incremento de la población humana/urbana (entre otras razones porque un 20 por ciento de las habitantes de este planeta consume y contamina más que el 80 por ciento restante), sino de que cada vez nos alejamos más de la posibilidad de convivir armónicamente con las dinámicas naturales del planeta. Por eso los desastres afectan sin discriminación a las zonas urbanas y rurales.
En Colombia y en el mundo vamos a ser testigos de más y mayores desastres en las próximas semanas, en los próximos meses, en los próximos años. No se necesita ser ni adivino ni experto para saberlo, como no se necesita ser “brujo” para saber que un conductor que pasa borracho a nuestro lado, a 200 kilómetros por hora, tiene un enorme riesgo de matarse y de arrastrar a los que se atreviesen en su paso.
Bogotá intenta mantener, en su interior y en sus alrededores, espacios donde la naturaleza pueda expresarse. Humedal Santa María del Lago. G. Wilches-Chaux
Lo curioso es que cada vez hay más experiencias locales exitosas, concretas y tangibles, de cómo se lleva a la práctica eso que se llama “desarrollo sostenible”. Las protagonizan organizaciones y comunidades, y en muchos casos empresas, de la vida real, aliadas a veces con instituciones públicas de sus respectivos países. Abundan en Colombia, en América Latina, en el Caribe, en todos los continentes. Pero siguen dispersas. Sin capacidad de convertirse en alternativa “global” frente a ese “borracho” desbocado que se llama a sí mismo “Desarrollo”. El de la globalización neoliberal, el del TLC, el de los neuróticos mercados, que antes no se daban por enterados de las qejas de la gente, ni mucho menos de las protestas de la Tierra.
Pero esta vez Katrina -la naturaleza- se les metió a la casa. A ver si “por las buenas” entienden.
Las ciudades -y particularmente los sectores populares- están llenas de expertos y expertas en gestión cotidiana del riesgo. De lo contrario habría todavía muchos más desastres de los que usualmente hay.
G. Wilches-Chaux
G. Wilches-Chaux
(Una primera versión de este artículo se publicó en El Tiempo de Bogotá en Octubre 2005)
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