domingo, agosto 18, 2019

La vulcanología, una ciencia social

Prólogo de Gustavo Wilches-Chaux al libro "Reasentamiento en la zona de amenaza volcánica alta del volcán Galeras 2008-2010"
Tesis de Maestría de Vicky Delgado Zambrano (2019)

Si en gracia de discusión aceptáramos que existe una división real entre las llamadas “ciencias sociales” (“las que estudian el comportamiento del hombre en la sociedad y sus formas de organización”y las llamadas “ciencias de la Tierra” (“las disciplinas de las ciencias naturales que estudian la estructura, morfología, evolución y dinámica del planeta”), tras leer esta tesis con que Vicky Mabel Delgado Zambrano culmina su “Maestría en Estudios Interdisciplinarios del Desarrollo” en la Universidad del Cauca, quedaríamos tentados a pensar que la vulcanología debe ser reconocida también como una “ciencia social”. Pero cada vez somos más conscientes de que no existe esa supuesta división, y precisamente trabajos como este contribuyen a explicar por qué.
Las “ciencias sociales” y las “ciencias de la Tierra” son ópticas complementarias con las cuales se mira una misma y compleja realidad: es el acoplamiento entre los dos ojos y el cerebro, lo que nos permite formarnos una imagen multidimensional de esa realidad. Y es el continuum gestión ambiental-gestión climática-gestión del riesgo el que nos permite interactuar con ella para mejorar nuestra relación con el planeta.
Volcán Galeras
Intento identificar de qué volcanes terrestres podríamos afirmar que de una u otra manera no generan efectos sociales (económicos, políticos y culturales en general, incluyendo a los procesos que estudian las “ciencias de la salud”) y las primeras que se me vienen a la mente son las dorsales oceánicas, esos volcanes longitudinales que se elevan en el fondo de los océanos y a lo largo de los cuales se separan las placas continentales en ese proceso conocido como Tectónica de Placas. Es cierto sí, que en esas profundidades no existen comunidades humanas, pero también lo es que de las dinámicas que se generan -o más bien: que se expresan- en esas dorsales, depende en gran medida que la corteza de la Tierra sea como es y que las especies que hemos evolucionado sobre la misma, incluida por supuesto nuestra especie humana, seamos como somos hoy.

Recordemos que la cintura de la Tierra -la llamada línea ecuatorial- tiene una longitud de apenas 40.075 kilómetros, que es una distancia que fácilmente recorre en pocas semanas un taxi de cualquier ciudad, y que en este preciso momento la población humana se aproxima a los 7.800 millones de individuos. Cada vez que en algún lugar de la Tierra ocurre un sismo o hace erupción un volcán, con efectos de distinto tipo y magnitud sobre alguna porción de la población humana, estamos recibiendo un mensaje de la Tectónica de Placas y de las dinámicas que se generan a partir de allí.
Un volcán, pues, no es una cosa inerte, sino un ser vivo a su manera: la expresión visible -sentible- de procesos más profundos y de muy larga duración, y además un actor decisorio del territorio que desde muchos millones de años antes de que apareciéramos los seres humanos está ahí. Y que, como bien sabemos quiénes hemos reflexionado sobre el tema o hemos convivido con algún volcán, ha tenido y tiene entre sus múltiples funciones la de hacer, por las buenas o por las malas, eso que hoy se denomina “ordenamiento territorial”.

Un actor decisorio que, además, nunca ha dejado de reafirmarse como tal. En cuanto hace referencia a las últimas décadas del siglo XX, en este mismo documento leemos que “después de 52 años de inactividad, el volcán Galeras se reactivó en el segundo semestre de 1988; cabe anotar que durante este primer periodo de reactivación se produjeron siete eventos eruptivos, registrados cronológicamente así: el 4 de abril de 1989, el 16 de julio de 1992, el 14 de enero de 1993, el 23 de marzo de 1993, el 4 de abril de 1993, el 13 de abril de 1993 y el 7 de junio de 1993; de allí hacia adelante el volcán Galeras continua activo hasta nuestros días, con escasos periodos de inactividad.”
Volcán Galeras con Pasto al fondo (2018)
Vicky Delgado hizo un curso intensivo sobre el Galeras, cuya aula, laboratorio y maestro principal fue el Galeras, entre 2008 y 2010, como integrante del equipo que se conformó en desarrollo del “Proceso Galeras”, y que, según ella misma relata, “asumió el reto de la intervención profesional en la ZAVA (Zona de Amenaza Volcánica Alta), teniendo que afrontar no solo el rechazo apenas comprensible de las comunidades afectadas ante los precedentes de la reactivación y el manejo de la emergencia, su baja percepción del riesgo y su profundo arraigo territorial, sino también las dificultades de gobernabilidad frente a las responsabilidades de cerca de 30 instituciones que hacen parte del Sistema Nacional para la Prevención y Atención de Desastres, donde se incluye a las autoridades gubernamentales en el ámbito nacional, regional y local de cada uno de los municipios de la ZAVA”.
Albergue en Mapachico, municipio en la ZAVA (2007)
La “Maestría en Estudios Interdisciplinarios del Desarrollo” que adelantó en la Universidad del Cauca y con la orientación de sus profesores, ha sido una valiosa oportunidad para sistematizar los aprendizajes que obtuvo en ese posgrado profesional y vivencial como integrante del equipo descrito, y de la mano de todos los actores humanos y no humanos del territorio donde trabajó.

Una oportunidad también para realizar esa sistematización desde la visión de grandes generadores de escuelas de pensamiento, cada vez más vigentes, sobre el desarrollo, la comunicación, la investigación, la participación y, en últimas, sobre el sentido de ser de nuestra especie humana en un mundo cada vez más convulsionado y que nos exige realizar una profunda transformación cultural y ética, si como especie queremos permanecer en la Tierra. A muchos autores de esos ya los conocía, pero a otros los he venido a conocer aquí. Por eso no solamente valoro la generosa invitación a escribir este Prólogo como un gran honor, sino como una oportunidad para aprender.

Resalto con entusiasmo que entre esos autores incluya Vicky al inmortal Aurelio Arturo, con lo cual reconoce que la poesía es una de las formas a través de las cuales se expresa la Inteligencia del Cosmos y definitivamente uno de los logros que, junto con la ciencia aplicada en favor de la Vida y junto con las demás expresiones del arte, sacan la cara por la humanidad.
Dice expresamente la autora refiriéndose a “Morada del Sur”, que “para el caso de la presente investigación, más allá del trazo literario y poético por cierto extraordinarios, se incorpora al sentido original de otro mundo posible. Las evocaciones de este poeta dan cuenta de episodios vividos que afloran a través de su canto a la tierra y su amor por la naturaleza, la esperanza y el sueño de un pueblo que continua latente a través de la poesía, muy cercano a las ausencias y presencias que confluyen más allá del tiempo pasado, presente y futuro y al espacio geopolítico como sucede en la ZAVA.”

(Aprovecho para agradecer a Vicky, no sin rubor, que me haya otorgado un espacio para compartir el vecindario con tan selectos pensadores)

Mi primera reacción al terminar de leer los primeros capítulos de este libro fueron las ganas de compartirlo con mucha gente, y la reafirmo ahora como convicción al llegar al final. Tanto para quienes militan en las ciencias sociales, como en las ciencias naturales, y para quienes desde la teoría y en la práctica, en territorios concretos, construyen cada vez más puentes entre las dos, la lectura de estas páginas va a resultar de gran utilidad. Y así también, para quienes desde la cotidianidad de la institución pública, del proyecto de cooperación, de la organización no gubernamental o del liderazgo y la acción comunitaria, están comprometidos a construir la paz entre los seres humanos y de nosotros con la Naturaleza, y en este caso concreto con los volcanes activos.

Seguramente no es usual escribir un Prólogo con mapa, pero en este caso no he escapado a la tentación de incluir este que muestra los volcanes activos del mundo y, en color rojo, los que están en erupción en este preciso momento del 30 de Septiembre de 2018 cuando escribo esta reflexión.
Volcanes en erupción en Agosto 18, 2018
FUENTE y mapa a la fecha de cada consulta

Los diálogos de saberes (y los diálogos de ignorancias, que Vicky no menciona expresamente pero que están implícitos en cada renglón); la recuperación de la memoria de las comunidades y de los paisajes, guardada centenariamente en los mitos (Mito: una de las tantas palabras que deben ser liberadas para que recuperen su sentido real) y en las toponimias, el significado de los nombres actuales o perdidos de cada hito o lugar; el estudio de las etimologías que nos permiten entender las palabras desde su raíz; la empatía con quienes sienten que el volcán es parte integral de su Identidad, son herramientas todas presentes en las páginas que se aprestan a leer.
Niños en el albergue (2007)

Aprovecho la hospitalidad que me ofrece la autora, para incluir aquí algunos aprendizajes que he adquirido en situaciones como la que analiza esta tesis:

Para efectos del tema que nos ocupa, el de la salud afectiva, emocional y cultural en situaciones de desastre o de crisis en general, le otorgo especial importancia a la que podríamos llamar “pulsión de identidad”, entendida ésta como el sentido a través del cual sabemos y sentimos –valga la redundancia- que pertenecemos y que somos expresión y parte de un determinado territorio. Podríamos describir también la identidad, en este caso por defecto, con las palabras de un amigo que se vio obligado a salir de Colombia por razones de seguridad, y que me hablaba del “dolor de caminar sobre un barro de cual uno no ha sido amasado”.
Volcán Puracé
Desde siempre me ha interesado la exploración de la identidad y el carácter difuso de los límites entre el YO y el paisaje del cual formamos parte:

“…Yo mismo -escribí en un texto titulado ‘Popaiana: Sensaciones y Nostalgias’ en 1986- no podría afirmar que poseo una entidad y una identidad distinta de ese campo de fuerza que en algún momento impreciso se convierte en mi propia circunstancia, ni yo mismo podría asegurar exactamente en dónde termino yo y empieza Popayán (o viceversa). O en dónde termino yo y comienzan mis amigos, o mucha gente que teóricamente no conozco pero que veo todos los días; o en dónde terminan mis amigos y empiezan el volcán Puracé, la Plazuela de Santo Domingo o la Torre del Reloj. La propia identidad, como la piel, pasan de ser los límites del Yo, a convertirse en meros puntos de referencia, y uno, condensación temporal de la circunstancia y el instante, se diluye en la atmósfera interior de la burbuja cósmica…”

Más allá de la pulsión individual, el “narcisismo primario” es también una construcción cultural, el eje central de una cosmovisión predominante en distintas épocas de la humanidad, como la Edad Media, cuando los límites entre el individuo y el mundo eran reconocidamente difusos. Lo cual permitía, por ejemplo, la existencia de la Alquimia, el arte para la transformación del espíritu del artífice, a través de la manipulación y “elevación” de metales en el crisol. Porque espíritu y crisol no eran dos entidades diferentes, sino un continuum entre metáfora, sensación, conocimiento y realidad.

Esa identidad se manifiesta y defiende de manera expresa en las comunidades étnicas, que saben que su existencia y supervivencia resultan inseparables de su territorio –de la Madre Tierra- pero no se limita a esas comunidades. Consciente o inconscientemente, la mayor parte de los seres humanos heredamos y establecemos lazos de identidad y de afecto con el territorio del cual formamos y nos sentimos parte.



El desafío de reordenar las relaciones entre las comunidades de la ZAVA y SU VOLCÁN, de manera que este hito de su más profunda identidad no vaya a desencadenar un desastre, sigue totalmente vigente y existe la obligación irrenunciable de afrontarlo por parte de las instituciones y demás actores responsables de garantizar el respeto a los Derechos Humanos, comenzando por el Derecho a la Vida de las generaciones actuales y de las que han de venir.

Lograrlo sin que se violen esos mismos Derechos que se pretenden defender, solamente es posible a través de la participación efectiva de todos los actores del territorio comenzando, sin lugar a dudas, por el dueño del patio, que es el mismo volcán.

Este libro nos muestra muchas de las claves para establecer esos diálogo de cosmovisiones, y entre actores humanos y no humanos, al que es necesario acudir.

De lo contrario, como escribí alguna vez, veo más viable cambiar de sitio el volcán, que lograr que esas ocho mil personas salgan definitivamente del lugar.”


Gustavo Wilches-Chaux




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