Los medios de comunicación informan desde ayer sobre el terrible incendio que consumió por lo menos 60 casas de madera y una gran parte de la infraestructura lacustre de la población de Riosucio (Chocó). Aunque la noticia resulta paradójica, porque Riosucio y sus habitantes viven, literalmente, sumergidos en el agua la mayor parte del año, los incendios no son inusuales en la Costa Pacífica. Desde que yo tengo memoria, muchas poblaciones de esa región han sido afectadas por fuertes incendios, comenzando por Quibdó. Este incendio no solamente ha puesto la existencia de Riosucio en conocimiento de muchas personas del país, sino que ha mostrado las condiciones de pobreza extrema en que se debate la comunidad.
Coincidencialmente, en el suplemento del New York Times que circula hoy con El Espectador, aparece un artículo de Martin Fackler titulado "¿Qué significa caer en la pobreza en sociedades como la japonesa?".
El artículo termina con el párrafo siguiente:
"Más del 80 por ciento de quienes viven en pobreza en Japón son parte de los llamados pobres que trabajan, que tienen empleos temporales con sueldos bajos, sin ningún tipo de seguridad y escasos beneficios. Por lo general, tienen dinero suficiente para alimentarse, pero no para participar en actividades normales como salir a comer con amigos o ver una película. 'En una sociedad próspera, la pobreza no significa vivir en harapos en un suelo sucio', declaró Masami Iwata, una profesora de bienestar social de la Universidad de las Mujeres de Japón en Tokio. 'Se trata de personas que tienen teléfono celular y auto, pero que están aisladas del resto de la sociedad."
Las comunidades del Chocó Biogeográfico forman parte de algunos de los ecosistemas más ricos de la Tierra en biodiversidad, lo cual juega un papel muy importante en sus características culturales. Sin embargo la biodiversidad de la selva y la del mar están siendo gravemente afectadas ('empobrecimiento ecológico'), con efectos contundentes sobre la supervivencia y sobre identidad.
En el caso del Japón se evidencia lo que en la gráfica de arriba hemos denominado "pobreza cultural" o "empobrecimiento cultural", una de cuyas causas y manifestaciones es el empobrecimiento afectivo y emocional.
La pérdida de valores esenciales como la solidaridad, la reciprocidad, los sentidos de pertenencia y de propósito colectivo, y del sentido de identidad, es otra forma grave de "empobrecimiento cultural" que afecta la estabilidad afectiva y emocional.
Hace algunos años (2003), se demostró que de la escandalosa cantidad de muertes (¡¡más de 52.000!!) ocurridas durante una fuerte ola de calor que afectó a Europa, una gran parte correspondieron a personas ancianas que se habían quedado solas en sus casas, mientras el resto de la familia pasaba vacaciones fuera de la ciudad. Resultó evidente que lo que se le atribuía al incremento de la temperatura ambiental, era realmente falta de calor humano.
La comunidad del Portal del Oasis, a la cual le dedicamos la entrada de abajo, carece de recursos económicos, pero seguramente es mucho más rica en términos de solidaridad, de confianza en sus propias capacidades y en amor, que muchas sociedades "ricas" de Colombia y del resto del mundo. Ese amor, comenta mi amigo Misael Murcia viendo las fotos, se expresa inequívocamente en la alegría de las casas y de las plantas. Pienso ahora que son casas de máximo dos pisos... pero de muchas plantas.
MAYO 5
El Instituto nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Colombia acaba de hacer público el informe FORENSIS 2009, de acuerdo con el cual "en el país se registraron 1.845 casos [de suicidio] en el 2009 y de ese total 844 tenían entre 10 y 29 años. Hubo 65 niños suicidas." (El Tiempo - Pág. 1-5)
"Aunque el suicidio no creció en Colombia durante 2009 -un caso por cada diez asesinatos- hay alarma entre las autoridades por el perfil de las personas que están recurriendo a esa desesperada decisión: el año pasado, según Medicina Legal, casi la mitad de los suicidas no habían cumplido los 30 años. [...] la mayoría de los suicidas son hombres entre los 20 y los 24 años, solteros y con formación escolar básica. Muchos tenían problemas o dependencia de drogas o alcohol."
E aquí un ejemplo concreto, con datos actualizados, de lo que arriba denominamos empobrecimiento efectivo y emocional.
¡65 niños suicidas! Esta es la generación que va a tener que comenzar a pagar las facturas más costosas del cambio climático. ¿Y con qué fortalezas y qué ánimos? La adaptación cultural, afectiva y emocional es una dimensión de primera importancia, que nace en el seno mismo de la familia. Pero también es una dimensión de la cual nunca se habla. (Qué pena ponerlo así, pero hasta este momento sólo me he oído a mí tocando ese tema frente al cambio climático).
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