lunes, enero 29, 2007

ÉTICAS PATÉTICAS

La semana pasada los medios de comunicación trajeron dos noticias que, nuevamente, nos ponen a reflexionar sobre la doble condición de esta especie humana -o urbana- de la cual formamos parte y que, al mismo tiempo que, con argumentos sólidos, puede vanagloriarse de que constituye "una de las obras maestras del cosmos", debe avergonzarse de ser la peor de cuantas plagas han azotado a la Tierra desde que en este planeta existe la vida.

Una de esas noticias nos cuenta sobre la aparición de un tíburón fósil de la especie Chlamydoselachus anguineus que, según la revista SEMANA, "fue cazado en
la reserva marina de Shizuoka, al sur de Japón, donde murió pocas horas después."

Foto tomada de SEMANA
Video en YouTube

Los noticieros de televisión manifestaban que el animal estaba enfermo, debido a lo cual se había acercado a la superficie y a las aguas costeras, y que a pesar de los esfuerzos de los biólogos que lo captuaron, no sobrevivió.

Raro que este animal, perteneciente a una especie que no ha evolucionado en los últimos 50 millones de años y cuyo hábitat está por debajo de los mil o más metros de profundidad, suba hacia la superficie del mar porque se siente enfermo. Pero, en aras del beneficio de la duda, les vamos a creer. No tendríamos argumentos para dudar de la sindéresis o buen criterio de los biólogos japoneses.

Aunque no podemos dejar de recordar esa práctica que caracterizó a las "ciencias naturales" durante muchas décadas, y que consistía en que el requisito para estudiar a los seres vivos era matarlos primero. La misma ética patética que ponía a los niños a llevar animales vivos a las clases de biología, supuestamente para estudiarlos (léase: rajarlos vivos con un bisturí) y para que aprendieran a investigar, cuando lo único que realmente aprendían es que la especie humana se ha abrogado impunemente el derecho a disponer de la vida y de los habitats de las demás especies que comparten con nosotros la Tierra, aún de aquellas que llevan aquí muchos millones de años más que la nuestra.

La segunda noticia da cuenta del debate que se suscitó con motivo de la fallida operación de las niñas siamesas unidas por el cráneo, que murieron como consecuencia del intento de separarlas. Lo que nos parece más curioso de esta noticia son las declaraciones
del cirujano Jorge Merchán, que, según el diario EL TIEMPO, lidera a los Médicos Azules (grupo de más de 500 médicos que están en contra del aborto), y que manifestó su desacuerdo en los siguientes términos: "La mortalidad de la cirugía era mucho más grave que la condición patológica. En principio, tiene que primar la vida, no la calidad de vida".

Foto: EFE/COLPRENSA/Mario Franco Rojas

Curiosa y sorpresiva declaración que, si es como la presenta el periódico, constituye una muestra más de esa ética patética que por una parte se le atraviesa a la naturaleza (en este caso para mantener vivas a las siamesas durante un tiempo mucho mayor que el que seguramente hubieran durado sin intervención médica), pero por otra parte se rasga las batas azules porque la ciencia intenta corregir un error de la naturaleza que ella misma ha contribuido a sostener.

En fin: volviendo a la primera noticia, lo cierto es que, por una u otra razón, el pobre tiburón, cuya especie agazapada en las profundidades del mar sobrevivió a la evolución, no resistió el encuentro con nuestra "especie dominante". ¿Qué pasaría si algún dia, alguna nave extra-terrestre tripulada llegara a caer en nuestras manos llenas de "curiosidad"?

Y en cuanto a la segunda noticia, confiemos que la vida misma -o Dios: si existe- nos libre de caer en las manos y en la ética patética de esos supuestos defensores de la vida, dispuestos a condenar a dos seres humanos a una existencia totalmente dependiente y desdichada. Claro: más allá de cualquier intervención médica, la naturaleza misma hubiera tomado tarde o temprano la decisión de terminar con la vida de las niñas siamesas. ¿Pero qué argumento justificaba esperar más, si existía aunque fuera una mínima posibilidad de garantizarles calidad?

jueves, enero 25, 2007

Nuevo número romano: WIII

Descifrar ese número es la recompensa para quien se lea hasta el final el artículo sobre el Himno de Bogotá.

EL HIMNO DE BOGOTÁ

Cuando pensábamos que don Rafel Núñez había escalado cumbres inalcanzables en materia de literatura surrealista, aparece el maestro Pedro Medina Avendaño con la letra de una composición que, en franca lid, obtiene en 1974 el honroso carácter de Himno de Bogotá.

Por la parte considerativa del decreto que en el 2002 le otorgó la Orden Civil al Mérito "Ciudad de Bogotá" en el grado de Gran Cruz Distrital, nos enteramos de que el maestro Medina Avendaño, nacido en Cómbita (Boyacá) ha sido, fue o es Juez de Instrucción Criminal, Inspector de Policía de Bogotá, representante del Presidente de la República en comicios nacionales y departamentales, Asesor del Ministerio de Agricultura y Ganadería y Asesor del Consejo Nacional Electoral, y miembro de la Sociedad Santanderista de Colombia, de la Academia Boyacense de Historia y de la Asociación de Abogados egresados de la Universidad Nacional.

Mientras henchidos de fervor ciudadano y arrobados por las notas marciales y pegajosas del maestro Roberto Pineda Duque, entonamos el himno de esta ciudad que nos acoge y de la cual nos sentimos parte muchos de sus habitantes que no somos de aquí, meditemos un poco sobre el significado literal (o sobre el metafórico) de las distintas estrofas, ejercicio del cual, dicho sea de paso, muy pocos himnos podrían salir airosos. Con todo respeto, pienso que éste, el de Bogotá, no es uno de ellos.

¿Será que en 1974 Bogotá sí era como el himno que la canta? Por ejemplo, ¿que no había miedo en sus lindes ni codicia en su gran corazón? Lo dudo.

Cantemos pues.

A la una, a las dos y a las tres:

Coro:

Entonemos un himno a tu cielo,
a tu tierra y tu puro vivir,
blanca estrella que alumbra en los Andes
ancha senda que va al porvenir. (bis)

Estrofas:

Tres guerreros abrieron tus ojos
a una espada, a una cruz y a un pendón.
Desde entonces no hay miedo en tus lindes,
ni codicia en tu gran corazón.

Comentario: Para beber de una de las fuentes más directas posibles, leamos hacia el final de esta nota, lo que dice, sobre ellos mismos, don Gonzalo Jimenez de Quesada, uno de esos tres oftalmológicos guerreros.

Y claro, no se trata de que el himno les cante a la inseguridad, ni a los trancones, ni al "paseo millonario", pero que tampoco nos eche cuentos que nada tienen que ver con la realidad... a menos que estas sean las "rejas" a que se refiere una estrofa posterior.


Hirió el hondo diamante un agosto
el cordaje de un nuevo laúd
y hoy se escucha el fluir melodioso
en los himnos de la juventud.

Sin comentarios

Fértil madre de altiva progenie
que sonríe ante el vano oropel,
siempre atenta a la luz del mañana
y al pasado y su luz siempre fiel.

¡Ayyy Dios!

La sabana es un cielo caído,
una alfombra tendida a tus pies
y del mundo variado que animas
eres brazo y cerebro a la vez.

Sobreviven de un reino dorado,
de un imperio sin puestas de sol,
en ti un templo, un escudo, una reja,
un retablo, una pila, un farol.

Pregunta: ¿Será que antes de la llegada de los conquistadores españoles no había atardeceres en la Sabana? ¿O qué le quizo decir el maestro Medina a la posteridad con eso de "un imperio sin puestas de sol"? ¿Que el Sol nunca se ponía, como en el Imperio de Felipe II? (Gracias a Bernardo Gutierrez por la corrección histórica).

Al gran Caldas que escruta los astros
y a Bolívar que torna a nacer;
a Nariño, accionando la imprenta,
como en sueños los vuelves a ver.

Caros, Cuervos y Pombos y Silvas,
tantos hombres de fama inmortal
que en el hilo sin fin de la historia
les dio vida tu amor maternal.

Flor de razas, compendio y corona,
en la patria no hay otra ni habrá.
Nuestra voz la repiten los siglos:
¡Bogotá! ¡¡Bogotá!! ¡¡¡Bogotá!!!

Comentarios finales: No es que Bogotá no tenga múltiples "virtudes" que merecerían ser cantadas a diario y con emoción y apropiación, por todos sus habitantes sino, precisamente, que da pena que ninguna de esas características figuren en el Himno de la ciudad . Y que niños y grandes se vean en la necesidad de aprenderse estas... estrofas.

Ñapa: Lo que Jimenez de Quesada escribe sobre los conquistadores:

Esto (lo resaltado en negrilla más abajo) es lo que dice Humboldt que, en la "Historia de sus expediciones", escribe don Gonzalo Jimenez de Quesada sobre la "locura" y voracidad de sus soldados. Como afirma el alemán: "Una singular confesión en boca de un conquistador […]". A lo mejor el mismo "fundador" se hubiera sorprendido con la buena prensa que, a pesar de sus confesiones, varios siglos después le otorga el Himno de Bogotá.


"En los caminos de las afueras de Santa Fe, en todas partes borrachero, la Datura arborea de flores blancas (en Almaguer descubrimos otra más eficaz, de flores amarillas). Por la tarde sus flores difunden un exquisito aroma. Los indios preparan una bebida mágica con la semilla del borrachero, unas veces para ver arder las guacas (tumbas que esconden tesoros de los antepasados indígenas), otras para narcotizar una muchacha y violarla. La bebida se llama Tongo. Cuando Quesada llegó a Nemocón en el llano de Funza con sus guerreros, los indios dieron maliciosamente a los españoles la bebida embriagante del borrachero, Quesada (así lo dice él mismo en la Historia de sus expediciones […]) se asustó cuando vio a todos los suyos, todo íntegro el ejército enloquecido y aletargado, sin encontrar la causa. A la mañana siguiente recuperaron el sentido; sin embargo (agrega el tan ingenioso como valiente joven en sus manuscritos), "me parece, como si nos hubiera quedado a todos una buena porción de locura, pues qué otra cosa puede ser sino locura guerrear contra indios inocentes, y abandonar su patria para robar objetos sobre los cuales no se tiene el menor derecho". Una singular confesión en boca de un conquistador […]" RESALTADO NUESTRO.

Y dicho sea de paso, esta es la relación de los primeros turistas europeos drogados con burundanga en Bogotá.

Para terminar, recordemos que cuando los "tres guerreros" llegaron a abrirle los ojos a Bogotá, ya existía aquí un asentamiento humano (por no decir una "ciudad"), casi con ese mismo nombre. Ver "El primer barrio de invasión en los cerros orientales".

Posdata: En la versión del Himno que transcribo arriba (tomada de la página web del Concejo Distrital) no aparecen dos estrofas que he encontrado en otras versiones. Dicen así:

Noble y leal en la paz y en la guerra
de tus fuertes colinas al pie,
y en el arco de la media luna
resucitas el Cid Santafé.


Oriflama de la Gran Colombia
en Caracas y Quito estarán
para siempre la luz de tu gloria
con las dianas de la libertad.



Foto: El Tiempo/AFP

El maestro Medina no tenía por qué saber, en 1974, para dónde iba a ir el agua al molino 33 años después.... y que muy seguramente en Caracas y Quito no sienten hoy esa misma vibración por Bogotá.

Nota: Oriflama, para los que no sabíamos, es "cualquier estandarte, pendón o bandera de colores que se despliega al viento." (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española)

domingo, enero 21, 2007

VIAJE AL CENTRO DE BOGOTÁ

Nuestras pretensiones no dan por ahora para viajar, como los personajes de Julio Verne, hasta el centro de la Tierra, pero sí, por lo menos, hasta el centro de Bogotá. No sobra decir que todas las fotografías que siguen son totalmente "orgánicas", es decir, que no han sido objeto de manipulación digital, y que sin excepción todas han sido tomadas en (o sobre o bajo) el casco urbano de Bogotá

Espeleología en las nubes

Llegamos a Bogotá, navegando entre las cuevas y los bucles que forman las nubes


Un "genio" como salido de una lámpara maravillosa nos dijo en dónde podíamos acoderar

Y allí, en los límites entre el cielo amarillo y el azul, amarramos nuestro submarino

Playas y estoraques

Bajamos en una playa de arena dorada, que no esperábamos a 2.600 metros de altura sobre el nivel del mar

Nos adentramos después entre los rascacielos de la ciudad


Espeleología urbana

Y de allí, al laberinto de cuevas que se extiende bajo una zona de Bogotá





En un recodo encontramos los restos humeantes de un ritual



Continuará...