martes, agosto 29, 2006

Agitación en el Polo

Increible pero cierto: el 4 de Agosto se presenta una depresión "tropical" cerca al Polo Sur (Foto: NOAA )


Y como si fuera poco, el domingo 20 de Agosto ocurre un terremoto de magnitud 7.0 , a 10 kilómetros de profundidad y a 3.240 kilómetros del Polo Sur... que eso por allá no es tan lejos.


Claro que con ese frío, todo mundo fresco...




Y mientras tanto en el Trópico...


En plena temporada de huracanes en el Caribe, los huracanes del Pacífico baten más palmas. En la foto de arriba, mientras Ernesto (arriba a la derecha) se desorganiza y debilita, John súbitamente asciende a huracán grado 4 frente a la costa pacífica mexicana (espiral grande a la izquierda) y se forma la tormenta tropical Kristy. (Foto de abajo)

¡Uyyyy!

Dense una pasada por el blog TEOFANÍAS, que hay una super-sorpresa.

lunes, agosto 28, 2006

A mansalva y sobre seguros

Hombre pre-venido: eyaculador precoz

Pasa el huracán Katrina, su casa ha quedado casi totalmente cubierta por el agua, todos sus bienes terrenales están anegados y por ende destruidos, pero a usted le cabe la enorme satisfacción de haber sido una persona prevenida y de haber pagado durante varios años un seguro contra huracanes.
Cuando (seguramente escurriendo la póliza) se acerca a la compañía aseguradora a reclamar la correspondiente indemnización, le salen con el cuento de que el seguro no cubre los daños sufridos por su casa, porque éstos no fueron ocasionados por los "high winds" (vientos fuertes) sino por la "storm surge" (marea de tormenta). En consecuencia, usted no tiene derecho a ninguna indemnización.

Esa es, según informan CNN y otros noticieros, la respuesta que están recibiendo los miles de damnificados por el paso del huracán Katrina por Nueva Orleans y otras ciudades y poblaciones del Golfo, por parte de las (o de unas, no sé bien), compañías aseguradoras.

Un huracán es un enorme ventilador, que sopla a gran velocidad (como se sabe, la velocidad de los vientos determina la categoría del huracán). Pero simultáneamente, es una poderosa aspiradora, que hace descender la presión atmosférica por donde va pasando. En términos más sencillos, un huracán es como un émbolo o un pitillo que chupa todo lo que encuentra a su paso, incluyendo el agua del mar. Al descender la presión atmosférica, sube el nivel del agua y se produce la marea de tormenta.

Durante la temporada de huracanes del año pasado, el huracán Wilma batió el record de ser el huracán más poderoso jamás registrado desde el punto de vista de su capacidad de succión. El descenso de la presión atmosférica provocado en algún momento por Wilma, equivalió a que al nivel del mar la presión atmosférica hubiera descendido hasta la que normalmente existe a 1.320 metros de altura sobre el nivel del mar (unos metros por debajo de la altura de Armenia, Colombia).

Una y otra característica de los huracanes son inseparables entre sí. Es como si uno tiene su casa asegurada contra terremoto, el terremoto provoca un incendio, y además de caerse la casa se le quema lo que está adentro, y la compañía de seguros alega que no paga porque el seguro era contra sismo pero no contra incendio.... o porque los bomberos fueron los que provocaron el daño y no el temblor. A lo mejor este argumento, que a mí me parece ridículo, opera así. Yo no sé.

Muy grave el antecedente, porque va minando la confianza de la gente en el mecanismo del seguro que, conjuntamente con otras medidas, contribuye si no a reducir automáticamente las pérdidas materiales o las pérdidas de vidas causadas por un desastre, sí a que los afectados "despeguen la aguja" y puedan recuperarse menos traumáticamente de los daños sufridos ("las penas con pan son menos", dice el refrán). Es lo que en el medio se denomina "transferencia del riesgo".

Me acuerdo de una muchacha que trabajaba hace años en mi casa, y que le decía a mi mamá que ella no entendía para qué los ricos gastaban tanta plata en seguros de vida, si se morían igual que los pobres. Ahora pienso que tenía razón.

Y me acuerdo también del tío de un amigo, que cuando llegó a su casa con la póliza del seguro de vida que acababa de tomar, descubrió que la letra menuda rezaba:

Este seguro no será válido si el deceso se produjere en tierra, mar o aire

Definitivamente, no aprenden

Me cuenta una persona que recientemente se pasó a vivir a Miami, y que en este momento está tomando las necesarias precauciones para esperar el posible paso del huracán Ernesto por esa ciudad, que se comunicó con el administrador de su edificio para preguntarle en dónde estaban y cómo se instalaban los shutters o planchas que se utilizan para proteger las ventanas en las edificaciones ubicadas en las zonas de huracanes. Con enorme sorpresa recibió como respuesta que en ese inmueble no se había permitido la instalación de shutters para no dañar las fotos de promoción del edificio y para no dañar la estética del condominio... !!!

Transcribo la última parte del correo de mi amiga:

"Cuando logré salir de mi estupor y quise tratar de manejar el diálogo con esa persona cuyo IQ había quedado evidenciado con lo anterior, le pregunté si habia visto la película del TITANIC y si se acordaba de las consecuencias que tuvo el hecho de no poner suficientes balsas de emergencia para no afear el barco. Le dio una risita... y ya."

Bueno, digo yo: por lo menos sabemos qué clase de gente es la que lleva a Bush a la Presidencia de los Estados Unidos.

sábado, agosto 19, 2006

Más paradojas de nuestra especie urbana


Mientras más modernos, veloces y cómodos los aviones (y los aeropuertos), más complicado se ha vuelto montar en avión. El tiempo que ahora se economizan los aviones de un lugar a otro del mundo, se pierde (por triplicado) con el mayor tiempo que se gasta en trámites de chequeo y abordaje, y en larguísimas colas de inmigración.

Así mismo, mientras más modernos y lujosos los automóviles, más lenta es la velocidad promedio con que se pueden movilizar en las ciudades.

domingo, agosto 06, 2006

El primer barrio de invasión en los cerros orientales

Si nos atenemos a lo que cuentan los historiadores, lo que celebramos el 6 de Agosto no es la fundación de Bogotá –pues cuando don Gonzálo Jimenez de Quesada llegó a la Sabana ya existía un asentamiento indígena bien consolidado “en dominios del cacique Bogotá”(1)- sino la fundación de Santa Fé, el primer “barrio de invasión” en los cerros orientales que le sirven de cabecera a esta ciudad.

Dice Juan Friede que inicialmente Jiménez de Quesada se estableció con sus soldados en lo que él mismo denominó “El Valle de los Alcázares”, en medio de los pobladores de ese asentamiento indígena que existía en lo que hoy son Bosa, Fontibón y Engativá. Y que fue a raiz de un incendio que destruyó los bohíos ocupados por los españoles, cuya autoría “se atribuyó a las instigaciones del cacique Sajipá”(2), que los conquistadores resolvieron reubicarse en un lugar que les ofreciera mayor protección y visibilidad sobre el territorio que se proponían dominar.

Fue así como levantaron un nuevo pueblo en el sitio llamado entonces Teusaquillo (Teusacá), situado en las faldas del cerro Guadalupe, donde hoy se encuentra la plaza del Chorro de Quevedo.(3)

Belalcázar y Federmann llegaron después.

Ese nuevo pueblo fue el origen de Santa Fe, que se diseñó según especificaciones de Sebastián de Belalcázar (el “urbanizador” de las nuevas ciudades españolas), en un terreno situado entre las fuertes pendientes del cerro de Guadalupe y las tierras inundables de las partes más bajas (4) lejos de los principales asentamientos indígenas.

“En el piedemonte de los cerros orientales no había, al parecer, asentamientos de importancia”.(5) Los muiscas sabían mejor que los españoles –y que nosotros, descendientes de ambos- a dónde podían encaramarse y a dónde no.

Así como también sabían, al igual que los zenúes de la Depresión Momposina y que muchas culturas amazónicas de hoy, cómo convivir con las dinámicas del agua, de manera que para ellos las inundaciones eran una bendición y no un desastre, como el que afectó a Soacha, a Suba, a Fontibón y a otros sectores de Bogotá, durante la pasada temporada invernal.

También relatan los historiadores que al poco tiempo de asentarse los conquistadores en los cerros, comenzaron a crecer allí barrios “informales”, asociados “desde los primeros años al trabajo de la población marginada, consistente en el abastecimiento de leña y agua, y la explotación de chircales y tejares necesaria para la construcción y para el funcionamiento de la ciudad.”

Es decir que, la invasión y el deterioro de los cerros, y la marginalización de una gran parte de la población, fueron y siguen siendo hoy procesos que avanzan de la mano, especialmente ahora cuando la migración de familias desplazadas incrementa la vulnerabilidad de todo el conjunto social.

En el siglo XVI no solamente empezaron a poblarse los cerros, sino que la presión humana sobre los mismos se comenzó a incrementar. Como bien sabemos, de allí salen la mayor parte de los materiales necesarios para la construcción de una ciudad que a principios del siglo XIX tenía 100.000 habitantes y ocupaba unas 300 hectáreas, y que hoy, un siglo largo después, tiene cerca de siete millones de habitantes y constituye el núcleo de un área metropolitana que crece sobre un territorio muchísimas veces mayor.

Gravilleras
De la “incomunicación” entre la dinámica natural de la Sabana –incluidos sus cerros, sus humedales y sus ríos- y la dinámica de las comunidades que a lo largo de estos 468 años hemos habitado y construido esta ciudad, surgen las múltiples amenazas y vulnerabilidades que nos afectan, y que dan lugar a un sinnúmero de riesgos que debemos aprender a “manejar” para evitar que se conviertan en pérdidas de vidas y costosos desastres.

Por las características naturales, socio-económicas y culturales del territorio que ocupa, Bogotá es una ciudad expuesta de manera permanente a deslizamientos, a inundaciones, a incendios forestales y estructurales, a accidentes industriales y a otros riesgos asociados a las aglomeraciones humanas. Y por supuesto, a terremotos, un fenómeno que ha afectado varias veces a Bogotá a lo largo de los más de cuatro siglos y medio que tiene de edad. Recordemos que para que un sismo de gran magnitud impacte a Bogotá, no necesariamente tiene que tener su epicentro en cercanías a la ciudad.

Deslizamiento en estrato 6 (Circunvalar con 92)
Existen testimonios de fuerte afectación en la ciudad por sismos ocurridos en 1743, 1785, 1827, 1917 y 1967, para mencionar solamente aquellos que han destruido o averiado de manera grave a la Ermita de Guadalupe, en uno de nuestros cerros tutelares. Como también hay datos sobre la fuerza con que el terremoto de Tumaco, en 1906, sacudió a Bogotá.

En Bogotá hay aproximadamente un millón y medio de unidades habitacionales, de las cuales un porcentaje muy grande –en distintos estratos- carece de características sismorresistentes. Es decir, que serían incapaces de aguantar los efectos de un terremoto de gran magnitud.

Además de eso, un terremoto podría desencadenar una serie de “amenazas concatenadas”, incluidas aquellas propias de una comunidad con problemas de ingobernabilidad derivados en gran medida de la inequidad económica y social (saqueos y otros traumatismos y disturbios), tal como sucedió en Armenia y en Calarcá después del terremoto de 1999, en Nueva Orleans con el paso del huracán Katrina y en Yucatán con el paso de Stan.

Un terremoto en Bogotá generaría más deslizamientos de los que ocurren en condiciones de “normalidad”. Más inundaciones, especialmente si los deslizamientos taponan quebradas y si se presenta durante una temporada invernal, cuando se encuentren sometidos a su máximo nivel de exigencia los jarillones o barreras que protegen a los cientos de barrios situados por debajo del nivel de ríos como el Tunjuelito, el Juan Amarillo y el Bogotá. Más incendios y accidentes industriales, especialmente ahora cuando la ciudad cuenta con una extensa red de gas domiciliario, que ofrece múltiples beneficios pero que también genera nuevas amenazas que hay que aprender a controlar. Y por supuesto, grandes traumatismos en el tráfico vehicular, en los sistemas de comunicación, en la prestación de los servicios públicos, en los lugares donde se concentra la ciudadanía (estadios, teatros, colegios, templos, etc) y, en general, en todos los aspectos de los cuales dependen la sana convivencia y el funcionamiento “normal” de una ciudad.

Las instituciones públicas del Distrito, lideradas por la Alcaldía Mayor y la Secretaría de Gobierno, y coordinadas por la DPAE (Dirección para la Prevención y Atención de Emergencias), al igual que distintas organizaciones sociales y establecimeintos educativos, y varios actores del sector privado, son concientes tanto de la posibilidad de que en cualquier momento un terremoto pueda golpear a Bogotá, como de la necesidad de que todos los habitantes de esta ciudad nos preparemos para evitar que ese terremoto se convierta en un desastre. O por lo menos, para reducir sus efectos. Como también son concientes de que en este momento esa preparación es todavía insuficiente y precaria.

Por eso, con el apoyo de Naciones Unidas, se comenzó a ejecutar en el 2005 una ESTRATEGIA PARA LA PREPARACIÓN DE BOGOTÁ PARA RESISTIR LOS EFECTOS DE UN TERREMOTO DE GRAN MAGNITUD, la cual apenas estará lista, en una primera etapa, en el año 2011 (cumpleaños 473 de la ciudad). Las sucesivas administraciones distritales deberán garantizar la continuidad de esa estrategia hasta ese año, y de allí en adelante.

Tenemos una tarea de muy largo plazo, que consiste en reestablecer poco a poco la comunicación perdida entre la dinámica de la naturaleza y nuestra concepción del desarrollo. Es decir: corregir hacia el futuro los errores que en el pasado “sembraron” nuestra vulnerabilidad.

Y una tarea de corto plazo, que consiste en adoptar desde ya una serie de medidas que nos permitan prepararnos para resistir mejor un terremoto y para reaccionar de manera adecuada si éste se llega a presentar.

Publicado en El Espectador, Agosto 6 de 2006. Página 13-B
Notas:

1.En un territorio llamado Bacatá, capital de los muiscas.

2.Friede, Juan, “La conquista del territorio y el poblamiento”, en “Nueva Historia de Colombia”-Tomo 1. (Planeta – Bogotá, 1989). Página 83. Aunque no existe el Acta correspondiente, convencionalmente se acepta el 6 de agosto de 1538 como fecha de de fundación de la ciudad.

3.Friede afirma que el nuevo pueblo se fundó con el nombre de Santa Fé. Según otras fuentes Jimenez de Quedada fundó la ciudad con el nombre de Nuestra Señora de la Esperanza y sólo en 1575 recibió oficilamente el nombre de Santa Fé de Bogotá mediante título otorgado por Felipe II. http://www.ucentral.edu.co/Admisiones/calendario.htm

4.Escovar, Alberto; Mariño, Margarita; Peña, César, “Atlas de Bogotá”. Planeta – Corporación La Candelaria, Bogotá, 2004. Página 22

5.Villegas Editores, “Cerros de Bogotá”. Bogotá, Julio 2000. Página 116