martes, enero 03, 2023

El Derecho a la Oscuridad

Nota: este artículo (Sept. 30, 2022) apareció en la publicación digital "Cuadernos sobre Ciudades Sostenibles - Diálogos para una Gestión Ambiental Urbana Integral" (2022) del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible - Dirección de Asuntos Ambientales, Sectorial y Urbana - DAASU

La confluencia de varios temas de la agenda pública actual, incluyendo los que forman parte del debate nacional sobre el Plan de Desarrollo 2022-2026, genera en mi una -en este caso paradójica- luz de esperanza, sobre la posibilidad de que “El Derecho a la Oscuridad” encuentre un lugar en dicho Plan. Y así mismo, que como comunidad lo incluyamos en el listado de bienes que consideramos nuestro patrimonio natural y cultural. Y por qué no decirlo explícitamente: nuestro patrimonio espiritual. 

Constelación de Marte, Tauro, Orión y alrededores
Foto: G. Wilches-Chaux (Dic 30, 2022)

Desde que en 1974 se expidió el Código Nacional de Recursos Naturales Renovables y de Protección al Medio Ambiente, en su artículo 302 se estableció  que “La comunidad tiene derecho a disfrutar de paisajes urbanos y rurales que contribuyan a su bienestar físico y espiritual”. El ejercicio de ese –El Derecho al Paisaje- se reglamentó posteriormente mediante Decreto 1715/1978. Y luego la Ley 99 de 1993 reafirmó que “El paisaje por ser patrimonio común deberá ser protegido”.

 Por alguna razón, sin embargo, se ha considerado que esas normas solamente hacen referencia al paisaje “diurno”, con lo cual tácitamente se ha venido excluyendo de manera reiterada el Derecho al Paisaje Nocturno, para cuyo disfrute se necesita oscuridad.

 

La principal, aunque no la única, amenaza contra la posibilidad de ejercer ese derecho, es la contaminación lumínica, entendida como el brillo artificial que generan en el cielo nocturno las fuentes de iluminación que en lugar de apuntar hacia el suelo, lo hacen directa o indirecta hacia el cielo en donde no satisfacen ninguna necesidad real.


 Bogotá nocturna vista desde el cielo
Foto G. Wilches-Chaux
Uno de esos temas prioritarios del Plan de Desarrollo 2022-2026 es la transformación energética, que como bien se sabe no solamente tiene el desafío de reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles , sino también el de incrementar la eficiencia en el uso de la energía eléctrica tanto por parte del Estado como de las comunidades, con lo cual se reduce también la necesidad de construir más termoeléctricas (en las cuales la energía encerrada en los combustibles fósiles se convierte en electricidad) y más centrales hidroeléctricas, con todos los impactos traumáticos que esos proyectos generan en los territorios donde para lograr ese fin, resulta necesario atajar ríos, alterar ecosistemas y desplazar comunidades

 

En el marco de la transformación energética es necesario reducir las llamadas “ineficiencias”, o “pérdidas” que se producen en la generación, transmisión y utilización de las distintas formas de energía que existen en el país.

 

La Unidad de Planeación Minero Energética UPME elaboró hacia finales el Gobierno anterior el llamado PROURE (Programa de Uso Racional y Eficiente de Energía), el cual con toda seguridad va a ser revisado bajo los lineamientos del Gobierno actual.


La Luna y abajo a la Derecha, Saturno
Foto Dic.26, 2022 desde Bogotá
Confiemos que este mensaje llegue a quienes tengan en sus manos la actualización y ejecución de ese Programa, para que tomen en cuenta la reducción de esa “ineficiencia” que es la contaminación lumínica, que no solamente significa pérdidas económicas sino que también contribuye a la generación de gases de efecto invernadero y a otros factores de pérdida de calidad de vida para las comunidades.

Otro de los temas pendientes de abordar, es el del fortalecimiento del tejido de seres vivos que conforman los socio-ecosistemas, tanto en los territorios rurales como en los urbanos. Hoy existe plena certeza sobre el impacto que la contaminación lumínica tiene sobre los ciclos vitales y el comportamiento de las aves “residentes” y de las migratorias, así como de los mamíferos, insectos, ranas y otras especies anfibias. Y sobre los llamados “ciclos circadianos” de los seres humanos y por ende de nuestra salud física y emocional.

 

Solamente queda espacio para dejar punteados otros dos de los temas a los cuales puede contribuir enormemente el Derecho a la Oscuridad:

 

Uno, las posibilidades que ofrecen los Cielos Estrellados para el Astroturismo como vocación económica de los territorios que han logrado mantener sus cielos libres de contaminación. En Colombia ya existen algunos lugares en donde esa condición se ha podido conservar, pero que necesitan más apoyo y más “voluntad política” para que no se vaya a perder esa oportunidad.

 

Invito a ver esta entrada a mi blog, sobre El Valle del Elqui (Chile), “Una región que vive de la poesía y las estrellas”.

 

Y por último, por ahora, estamos (Gobierno y Sociedad Civil), empeñados en encontrar sustitutos efectivos a las drogas como formas, no de escapar, sino de conectarse de otras maneras con la realidad. Maneras distintas de encontrar el sentido de la existencia a través del contacto con ese Cosmos que comienza en nuestras células más profundas y que llega hasta los astros más lejanos que alcanzamos a percibir, aun a simple vista, en una noche estrellada, ya sea en un páramo, en un desierto, en una playa, o en un barrio de una ciudad que haya descubierto la manera de respetar en las noches el Derecho a la Oscuridad.

  

Nebulosa de Andrómeda 
Foto desde Popayán - Autor José María Arboleda

El mismo a quien hace referencia este artículo

Sincronicidades sobre sincronicidades


Ver también:

"Mecánica Celeste" a lo largo de la pandemia


Fotos de la noche del 5 de Enero de 2023
Tomadas desde una zona de Bogotá donde la contaminación lumínica más o menos se ha logrado controlar