lunes, julio 24, 2006

La huella cotidiana de nuestro paso por la Tierra


Las nueve millones de personas que vivimos en Bogotá y sus municipios vecinos le mandamos seis mil (¡¡¡6.000!!!) toneladas diarias de desechos sólidos al relleno sanitario de Doña Juana.

Aunque el terreno destinado a relleno sanitario cuenta con cerca de 460 hectáreas, llegará un momento -¿dentro de 10 años? ¿dentro de menos?- en que quede colmado.

¿Y entonces?

Tocará buscar otro espacio giantesco para arrojar ese subproducto de nuestro paso por la Tierra. Ese nuevo relleno sanitario ocupará los pocos espacios que el proceso de urbanización haya perdonado, con lo cual se reducirán aún más las tierras disponibles para la recreación, para la purificación ambiental, para producir alimentos. ¿Y entonces? ¿Acabaremos los seres humanos sepultados por nuestros propios desechos?

Pensemos en esa cifra -6.000 toneladas diarias- cada vez que arrojemos a la basura una bolsa de plástico, un pedazo de papel, una botella, una cáscara... Claro: los desechos orgánicos pueden y deben reciclarse, pero todavía estamos muy lejos de lograr reincoporarlos totalmente a los ciclos de la materia.

Mejor aún: pensemos en esa cifra desde que compremos el producto que después, total o parcialmente, vaya a parar a la basura.

Cuando la bolsa de basura sale de nuestro apartamento o de nuestra casa nos olvidamos del problema, pero es, precisamente en ese momento, cuando el problema comienza para el territorio.

Eso para no contar todos los desechos que le mandamos a la atmósfera y los líquidos que les arrojamos a los ríos y quebradas.

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