lunes, septiembre 16, 2024

LA SOCIO-ASTRONOMÍA: UNA CIENCIA SOCIAL Y HUMANA

 Introducción

En la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Externado de Colombia, en alianza con el Laboratorio Interdisciplinar de Análisis Espacial LINAE, comenzamos el martes 10 de Septiembre un curso virtual de ocho sesiones denominado Astronomía para Todos Del suelo al cielo Ida y Regreso, sobre cuyo desarrollo -lleno de sorpresas muy gratas en especial por las edades y el entusiamo de la mayoría de participantes- informaremos al final del mismo.

El curso es uno de los objetivos de un proyecto de investigación-acción participativa titulado "Control de la contaminación lumínica como estrategia para fortalecer la resiliencia de los territorios urbanos y rurales y para contribuir a la Paz Total entre los seres humanos y con la Naturaleza" cuyas bases teóricas se encuentran en el artículo "El Derecho a la Oscuridad" y cuya orientación general quedó consagrada en el texto que sigue y que se entregó a todas las personas inscritas antes del comienzo del curso.

La Socio-Astronomía: una ciencia social y humana

No debe sorprenderle a nadie que la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas (FCSH) de la Universidad Externado de Colombia esté empeñada en promover tanto hacia el interior como hacia el exterior de la Universidad, el conocimiento y la vivencia de la Astronomía como una ciencia social entendida y aplicada con un enfoque eminentemente humanista. Que como se verá más adelante, no tiene nada que ver con el antropocentrismo (ni con el urbanocentrismo), que hoy se reconoce como una de las causas principales de esta crisis compleja e irreversible que, en todas las escalas, desde la planetaria hasta la personal, está afectando a nuestro planeta y en consecuencia poniendo en peligro nuestra existencia como especie humana.[1]

Desde que se concibió el PAF, o sea el Proyecto Académico de nuestra Facultad de Ciencias Sociales y Humanas[2], quedó establecido que en ella confluirían en permanente interacción, siete programas que en otras instituciones de educación superior constituyen carreras separadas: Antropología, Filosofía, Geografía, Historia, Psicología, Sociología y Trabajo Social; además de varios programas de posgrado (diplomados, especializaciones, maestrías y doctorados) y programas como el de Interacciones Multiculturales que propicia los diálogos entre las distintas cosmovisiones que forman parte de la biodiversidad pluriétnica y multicultural del país, de la cual forma parte también el llamado “conocimiento occidental”.  


También forma parte de esta Facultad el Laboratorio Interdisciplinar de Análisis Espacial LINAE, cuyo Director Alex Martínez, conjuntamente con el equipo de estudiantes vinculados a ese Laboratorio, es uno de los gestores del proyecto al cual hace referencia este artículo.

El CIDS[3] -Centro de Investigaciones sobre Dinámica Social de la FCSH- también apoya este proyecto, a través, entre otras estrategias, del Eje Transversal de Gestión Socioambiental – Gestión del Riesgo de Desastres – Gestión Climática que cruza a todos los programa de la Facultad.

Otras Facultades de la Universidad, como la de Administración de Empresas Turísticas y Hoteleras[4] y la de Estudios del Patrimonio Cultural[5] también han manifestado interés en vincularse y esperamos que se nos unan otras más.

Uno de nuestros propósitos es que este se convierta en un proyecto transversal de toda la Universidad y que de una u otra manera los enfoques que estamos promoviendo entren a formar parte de los perfiles humanos y profesionales de quienes egresen el Externado.

 La socio-astronomía y los diálogos de cosmovisiones

Compartimos la convicción de que es a través de los diálogos de cosmovisiones como podremos generar respuestas de vida para los grandes desafíos que debemos enfrentar quienes hoy somos “testigos y actores de este cambio de era”.[6]

Cada cosmovisión -cada sistema de conocimiento- tiene mucho que aportar pero también tiene mucho que aprender de otras cosmovisiones. De allí que también, desde hace varias décadas, venga insistiendo en que para que los diálogos de saberes (que hoy prefiero llamar diálogos de cosmovisiones) sean posibles y efectivos, deben estar precedidos de verdaderos diálogos de ignorancias, a través de los cuales cada cual pueda reconocer lo que sabe y lo que ignora. Porque es a partir de ahí como se pueden valorar y aprovechar los conocimientos de los demás.


Somos conscientes, ya lo dijimos, de que la concepción antropocéntrica del mundo, y la manera como se aplica en la práctica en las distintas dimensiones del llamado “desarrollo”, es la que ha obligado a ese Ser Vivo que es el planeta Tierra (La Pacha Mama, Gaia y otras denominaciones que ha recibido en distintas cosmovisiones) a activar su sistema inmunológico para deshacerse de una especie que en muchos aspectos es maravillosa pero que al intentar liberarse de todos los controles ecosistémicos que regulan la calidad y la cantidad (en otras palabras el comportamiento y el tamaño) de todas las especies que forman parte de la Tierra, se ha (nos hemos) convertido en una plaga.

Con frecuencia insisto en que nuestro desafío actual no es “salvar el planeta” -que se está salvando solo- sino salvar la posibilidad de que nuestra especie humana siga formando parte de la Tierra.  Para ello, entonces, debemos dejar de ser una plaga, reconocer que como especie formamos parte integral de los sistemas que le otorgan a la Tierra su condición de Ser Vivo, reconocer nuestras múltiples interdependencias con esos sistemas, y aprender a dialogar por las buenas con todos los demás seres y las dinámicas que los conforman.[7]


Aquí no nos referimos solamente a los seres vivos en el sentido biológico estricto del concepto, sino a todos esos otros seres que, en términos de hoy, debemos reconocer como ordenadores del territorio, comenzando por el Agua (ingrediente de todo ser vivo) e incluyendo a otros como los volcanes, las fallas geológicas, las dinámicas hidro-climáticas… y por supuesto al Sol -fuente de toda Vida- y a nuestro satélite natural la Luna, de cuya presencia depende en muchos aspectos la estabilidad de la Tierra y de quienes formamos parte de ella.[8]

Entendemos que la Astronomía nos puede ayudar a ir más allá incluso de las concepciones biocéntricas y ecocéntricas del mundo -cuyos principios y valores compartimos- para avanzar hacia la que nos atrevemos a llamar una visión cosmocéntrica del mundo… la cual nos puede ser muy útil para comprender cuál es la función y cuáles son las posibilidades y las responsabilidades de nuestra especie en el mundo.


 
“Nuestro compromiso político con el Cosmos”

Por allá en 1998 un grupo de ambientalistas colombianos (que también habíamos trabajado activamente para llevar a la Asamblea Nacional Constituyente una “Propuesta Ambiental”, la mayor parte de la cual quedó en la Constitución de 1991) preparamos como una contribución a la entonces denominada “Asamblea Permanente de la Sociedad Civil” y a la “Cumbre Social contra la Pobreza y por la Equidad”, un documento que titulamos “Nuestro compromiso político con el Cosmos – En el camino hacia una agenda de los ambientalistas para la construcción de un modelo de desarrollo que posibilite la paz”.


Dos décadas largas después, la necesidad de encontrar ese modelo de desarrollo no solamente no ha perdido vigencia sino que cada día es más urgente, más aún hoy cuando cada vez es más evidente que la paz entre los seres humanos tiene como pre-requisito la paz con la naturaleza… y viceversa.

No en vano el Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026 del Gobierno actual se denomina “Colombia, Potencia Mundial de la Vida” y tiene como su objetivo orientador el logro de “La Paz Total”.

Con un aditamento que no era tan evidente algunos años atrás: quien hoy hace a diario una auditoría implacable para establecer si efectivamente se está cumpliendo o no el objetivo de garantizar que el llamado “desarrollo” se conciba y se lleve a cabo en paz con la naturaleza, es la naturaleza misma, muchas veces a través de los mal llamados “desastres naturales”.[9] Los territorios mismos (producto del matrimonio indisoluble entre ecosistemas y comunidades humanas) no solamente han adquirido conciencia de que son -valga la redundancia- actores activos de la obra, sino que están asumiendo y ejerciendo, por las buenas o por las malas, la dirección de la obra.

Ecoteología pagana: la dimensión espiritual de nuestra pertenencia al Cosmos

Mencionamos antes la importancia de los diálogos de cosmovisiones en eso que hoy reconocemos como el continuum inseparable Gestión Socioambiental – Gestión del Riesgo de Desastres – Gestión Climática, el cual aunque con otras denominaciones, forma parte de la cosmovisión de la mayoría de las culturas ancestrales.

Ver TEODIVERSIDAD

Otras de las obsesiones del autor de estas líneas, es la de recuperar el sentido original de la palabra MITO, que en la cultura occidental se ha convertido en sinónimo de error o de mentira, cuando -muy inspirado en la obra de Joseph Campbell- concibo el mito como una cosmovisión que explica y le otorga sentido a la existencia y que sobre todo nos otorga a los seres humanos que adoptamos ese mito, una posición y una función.

Tras los mitos de las culturas que afirman que una determinada laguna o una serranías son sagradas, o que unas determinadas especies animales o vegetales también poseen esa condición, existen varias generaciones de conocimiento ecológico acumulado, que permite entender que la posibilidad y la calidad de la existencia de una comunidad humana en el territorio del cual forman parte, depende de que esa serranía (como es el caso de la Macuira en la Alta Guajira) mantenga la integridad y de diversidad de los ecosistemas que se encargan de capturar las aguas atmosféricas que luego van a alimentar los cuerpos de agua superficiales y el llamado Acuífero(subterráneo)  del Río Ranchería, del cual depende la posibilidad de habitar esa región. O que esas especies animales o vegetales que se consideran sagrados son bioindicadores que en últimas indican que en el territorio existan condiciones que permiten la vida de los seres humanos con calidad y dignidad.


Si esos seres sagrados desaparecen, querrá decir que los humanos tarde o temprano también tomarán el camino hacia su desaparición.

Los mitos -así entendidos- se suelen aprender en el seno materno, lo cual determina que quedarán impresos de por vida en quienes desde su mas tierna infancia los han convertido en una parte integral de su “yo”; de su cosmovisión. Sin normas insobornables de comportamiento ambiental.

Esas “creencias” (muchas veces llamadas así con sentido peyorativo), son consideradas “paganas”. Existen distintas versiones sobre la etimología de la palabra “pagano”, pero tanto las que afirman que proviene del griego o del latín, la ligan con “campo”.

En 2014, en un artículo titulado “Por qué la Luna llena también sale a alumbrar en las procesiones de Popayán”, escribí:

 

El paganismo -cuya etimología proviene del latín paganus o pagus, que quiere decir “campo”- hace referencia al que quizá sea el más profundo sentimiento religioso que se puede alcanzar: el que proviene de la convicción y de la sensación integral de que conformamos una Unidad Sagrada con los demás seres que conforman la Naturaleza, incluidos por supuesto el agua, los montes, las estrellas, la Luna y el Sol. […]

 

En ese momento viví lo que sólo aprendí racionalmente años después, cuando supe que la palabra “religión” viene de religare que quiere decir “religar: volver a unir.[10] 

Cuando en su Encíclica Laudato Si´ el Papa Francisco 1º hace una llamado a la necesidad de reinterpretar el Génesis, confirmé que el paganismo es quizá sea el más profundo sentimiento religioso que se puede alcanzar.

 El SolSitio: un observatorio para mirar al Cielo y hacia nuestro propio interior

Una de las maneras como el Laboratorio de Análisis Especial Laboratorio Interdisciplinar LINAE se ha vinculado a este proyecto, es mediante a orientación del proceso mediante al cual una de las terrazas de uno de los edificios del campus del Externado, se convertirá en el SolSitio, un observatorio para la interpretación del paisaje “Del Suelo al Cielo (Ida y Regreso)”[11].


En diálogo entre el conocimiento científico que maneja el LINAE y del que nos aportarán distintas instituciones, como el Planetario de Bogotá y otras con las cuales ya hemos iniciado conversaciones; con quienes se han dedicado a la recuperación y a la comprensión de varios observatorios de culturas ancestrales que existen en Colombia y en otros lugares del mundo, y con la propias sensaciones que ese contacto directo con el Cosmos despierte en cada cual, esperamos avanzar en la exploración de esa dimensión espiritual de la pertenencia al Cosmos que tiene sus bases en eso que el filósofo noruego Arne Naess (1912 - 2009) describió como Ecología Profunda (Deep Ecology) en 1973 y que en párrafos anteriores llamamos Ecoteología pagana, entendiendo el paganismo como una expresión y sensación profunda de la espiritualidad.


En el SolSitio esperamos desarrollar desde la capacidad de medir el año por los movimientos del Sol y de podernos orientar sin depender del GPS, hasta entender y vivir el Ecofeminismo fundamentado en los ciclos del Cosmos, en el entendido de que el enfoque de género es fundamental si pretendemos que nuestra especie humana renuncia a su condición de plaga[12].

Y a comprender por qué frente a los desafíos que en este momento nos está imponiendo el cambio de era, la situación de Colombia en la franja Ecuatorial o Intertropical del planeta representa una ventaja comparativa que debemos saber aprovechar.



[12] Ver: “Ecofeminismo: las brujas existen y cada vez son más necesarias”

https://razonpublica.com/ecofeminismo-las-brujas-existen-vez-mas-necesarias/

 

 

martes, enero 03, 2023

El Derecho a la Oscuridad

Nota: este artículo (Sept. 30, 2022) apareció en la publicación digital "Cuadernos sobre Ciudades Sostenibles - Diálogos para una Gestión Ambiental Urbana Integral" (2022) del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible - Dirección de Asuntos Ambientales, Sectorial y Urbana - DAASU

La confluencia de varios temas de la agenda pública actual, incluyendo los que forman parte del debate nacional sobre el Plan de Desarrollo 2022-2026, genera en mi una -en este caso paradójica- luz de esperanza, sobre la posibilidad de que “El Derecho a la Oscuridad” encuentre un lugar en dicho Plan. Y así mismo, que como comunidad lo incluyamos en el listado de bienes que consideramos nuestro patrimonio natural y cultural. Y por qué no decirlo explícitamente: nuestro patrimonio espiritual. 

Constelación de Marte, Tauro, Orión y alrededores
Foto: G. Wilches-Chaux (Dic 30, 2022)

Desde que en 1974 se expidió el Código Nacional de Recursos Naturales Renovables y de Protección al Medio Ambiente, en su artículo 302 se estableció  que “La comunidad tiene derecho a disfrutar de paisajes urbanos y rurales que contribuyan a su bienestar físico y espiritual”. El ejercicio de ese –El Derecho al Paisaje- se reglamentó posteriormente mediante Decreto 1715/1978. Y luego la Ley 99 de 1993 reafirmó que “El paisaje por ser patrimonio común deberá ser protegido”.

 Por alguna razón, sin embargo, se ha considerado que esas normas solamente hacen referencia al paisaje “diurno”, con lo cual tácitamente se ha venido excluyendo de manera reiterada el Derecho al Paisaje Nocturno, para cuyo disfrute se necesita oscuridad.

 

La principal, aunque no la única, amenaza contra la posibilidad de ejercer ese derecho, es la contaminación lumínica, entendida como el brillo artificial que generan en el cielo nocturno las fuentes de iluminación que en lugar de apuntar hacia el suelo, lo hacen directa o indirecta hacia el cielo en donde no satisfacen ninguna necesidad real.


 Bogotá nocturna vista desde el cielo
Foto G. Wilches-Chaux
Uno de esos temas prioritarios del Plan de Desarrollo 2022-2026 es la transformación energética, que como bien se sabe no solamente tiene el desafío de reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles , sino también el de incrementar la eficiencia en el uso de la energía eléctrica tanto por parte del Estado como de las comunidades, con lo cual se reduce también la necesidad de construir más termoeléctricas (en las cuales la energía encerrada en los combustibles fósiles se convierte en electricidad) y más centrales hidroeléctricas, con todos los impactos traumáticos que esos proyectos generan en los territorios donde para lograr ese fin, resulta necesario atajar ríos, alterar ecosistemas y desplazar comunidades

 

En el marco de la transformación energética es necesario reducir las llamadas “ineficiencias”, o “pérdidas” que se producen en la generación, transmisión y utilización de las distintas formas de energía que existen en el país.

 

La Unidad de Planeación Minero Energética UPME elaboró hacia finales el Gobierno anterior el llamado PROURE (Programa de Uso Racional y Eficiente de Energía), el cual con toda seguridad va a ser revisado bajo los lineamientos del Gobierno actual.


La Luna y abajo a la Derecha, Saturno
Foto Dic.26, 2022 desde Bogotá
Confiemos que este mensaje llegue a quienes tengan en sus manos la actualización y ejecución de ese Programa, para que tomen en cuenta la reducción de esa “ineficiencia” que es la contaminación lumínica, que no solamente significa pérdidas económicas sino que también contribuye a la generación de gases de efecto invernadero y a otros factores de pérdida de calidad de vida para las comunidades.

Otro de los temas pendientes de abordar, es el del fortalecimiento del tejido de seres vivos que conforman los socio-ecosistemas, tanto en los territorios rurales como en los urbanos. Hoy existe plena certeza sobre el impacto que la contaminación lumínica tiene sobre los ciclos vitales y el comportamiento de las aves “residentes” y de las migratorias, así como de los mamíferos, insectos, ranas y otras especies anfibias. Y sobre los llamados “ciclos circadianos” de los seres humanos y por ende de nuestra salud física y emocional.

 

Solamente queda espacio para dejar punteados otros dos de los temas a los cuales puede contribuir enormemente el Derecho a la Oscuridad:

 

Uno, las posibilidades que ofrecen los Cielos Estrellados para el Astroturismo como vocación económica de los territorios que han logrado mantener sus cielos libres de contaminación. En Colombia ya existen algunos lugares en donde esa condición se ha podido conservar, pero que necesitan más apoyo y más “voluntad política” para que no se vaya a perder esa oportunidad.

 

Invito a ver esta entrada a mi blog, sobre El Valle del Elqui (Chile), “Una región que vive de la poesía y las estrellas”.

 

Y por último, por ahora, estamos (Gobierno y Sociedad Civil), empeñados en encontrar sustitutos efectivos a las drogas como formas, no de escapar, sino de conectarse de otras maneras con la realidad. Maneras distintas de encontrar el sentido de la existencia a través del contacto con ese Cosmos que comienza en nuestras células más profundas y que llega hasta los astros más lejanos que alcanzamos a percibir, aun a simple vista, en una noche estrellada, ya sea en un páramo, en un desierto, en una playa, o en un barrio de una ciudad que haya descubierto la manera de respetar en las noches el Derecho a la Oscuridad.

  

Nebulosa de Andrómeda 
Foto desde Popayán - Autor José María Arboleda

El mismo a quien hace referencia este artículo

Sincronicidades sobre sincronicidades


Ver también:

"Mecánica Celeste" a lo largo de la pandemia


Fotos de la noche del 5 de Enero de 2023
Tomadas desde una zona de Bogotá donde la contaminación lumínica más o menos se ha logrado controlar




 


sábado, abril 16, 2022

¿Logrará esta Semana Santa ser de Resurrección?

Escribí este artículo por invitación del Director de la revista "Semana Santa de Popayán - Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad", que lo publicó en su Edición de Abril 2022

Comienzo a escribir este artículo el 2 de Marzo -Miércoles de Ceniza- día en que empieza ese periodo de 40 días -La Cuaresma- que antecede al Domingo de Ramos, con el cual se inicia la Semana Santa. Es la tercera Cuaresma con características de Cuarentena que viene ocurriendo desde 2020 cuando se declaró la Pandemia del Covid.

Salida del Sol en el Equinoccio de Marzo 2022

Como es bien sabido, este año el domingo 20 de Marzo tendrá lugar el Equinoccio (de Primavera en el Hemisferio Norte y de Otoño en el Sur), y el sábado 16 de Abril es Luna llena. Al día siguiente cae Domingo de Resurrección y el Domingo anterior, es entonces el ya mencionado Domingo de Ramos.

Luna llena en el amanecer del 16 de Abril de 2022

Luna que acompañó a la Procesión del Viernes Santo de 2022
Foto: José María Arboleda Castrillón

Con base en estos datos expliqué en un artículo publicado en 2014 en El Nuevo Liberal, “Por qué la Luna llena también sale a alumbrar en lasprocesiones de Popayán”. Pienso que fue debido a ese artículo que la Corte Constitucional me invitó a participar en una Sala Plena que realizó en Bogotá el 26 de Septiembre de 2016 con el objeto de acopiar argumentos para decidir sobre una demanda interpuesta contra la Ley 891/2004 por la cual se declaran patrimonio cultural nacional las procesiones de semana santa y el festival de música religiosa de Popayán’.

Consideraba la demanda que un artículo de esa Ley tiene por objeto otorgar privilegios a una organización religiosa particular; en este caso católica”, en perjuicio de otros grupos religiosos, lo cual lo haría inconstitucional.

[La fecha 26 de Septiembre me resulta inolvidable pues ese mismo día se firmó en Cartagena el Acuerdo de Paz con las FARC]

En mi corta intervención ante la Corte resalté que si bien la Iglesia Católica es un actor central de la Semana Santa, no solo los orígenes de esa celebración se remontan a culturas existentes miles de años antes de la aparición del cristianismo (culturas cuyo profundo sentido religioso y sus ritmos cotidianos se regían por los ciclos de la Luna y el Sol) sino que, como sucedió por ejemplo con el Carnaval del Mardi Gras que se celebró en New Orleans tras el desastre que generó el huracán Katrina en 2005, las procesiones de Popayán de 1984, que transcurrieron en medio de las ruinas que produjo el terremoto del Jueves Santo de 1983, cumplieron para la comunidad golpeada una “función sanadora, unificadora y consolidadora de la identidad individual y colectiva similar a la que cumplió ese carnaval tras el desastre”.

Con base en esas consideraciones y en las de otras personas invitadas a la Sala Plena, la Corte negó las pretensiones de la demanda y la Ley se declaró Constitucional.

Lo cierto es que las celebraciones de Semana Santa de 1984 en Popayán, constituyeron un verdadero y efectivo Ritual Colectivo de Resurrección.

Termino estas notas el 14 de Marzo con los siguientes interrogantes, mientras me entero de los resultados de las elecciones de ayer:

¿Cómo podemos contribuir a que esos resultados y lo que siga de ahora en adelante, contribuyan a sanar el espíritu enfermo de una comunidad consciente de que el mundo se encuentra ad-portas de una probable Tercera Guerra Mundial y de que la principal co-mortalidad de Colombia frente a la crisis es el conflicto armado interno que de manera tan directa y tan dura nos sigue golpeando en todas las regiones del Cauca?

¿Lograrán las celebraciones de Semana Santa de 2022 cumplir, aunque sea parcialmente, esa función de Ritual de Resurrección, en un mundo que debido al desastre se está transformado de manera tan profunda en todos los aspectos y en todos los niveles desde el global hasta el local y el personal?

Comprometámonos a alcayatar expresamente cada paso que demos, con esa intención.

 Gustavo Wilches-Chaux

Marzo 14, 2022

Pasen también por aquí a La Procesión va por dentro

Carátula del directorio telefónico de Popayán 1981-1982
Anterior al terremoto de 1983
Foto. G. Wilches-Chaux

domingo, enero 02, 2022

Conciencia y experiencia de ser testigos y actores de un Cambio de Era

El 24 de Septiembre de 2021 participé en el 1er Foro Internacional sobre Manejo y aprovechamiento de residuos sólidos y generación de empleos verdes, evento organizado por el Instituto Distrital para la Economía Social IPES, al cual fui delegado por la Rectoría de la Universidad Externado de Colombia, a cuya Facultad de Ciencias Sociales y Humanas estoy vinculado en el Área de Conflicto y Dinámica Social.

(Coincidió esa fecha con el centenario del nacimiento de Paulo Freire, quien tanto ha infuido en quienes de una u otra manera nos relacionamos con la educación popular)

Me correspondió hacer la intervención del cierre del evento con la lectura del texto siguiente:

Conciencia y experiencia de ser testigos y actores de un Cambio de Era

Para cuando el 11 de Marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud declaró la existencia de una pandemia generada por el Covid-19, desde mucho tiempo antes, en distintos escenarios del mundo, se venían formulando preguntas sobre qué nuevas consecuencias tendría para el planeta -y en particular para la especie humana- ese proceso que ya se reconocía como una crisis climática, concepto que va mucho más allá de los conceptos de cambio climático y calentamiento global.

Y también para entonces, ya se entendía que la crisis climática es la manera como el sistema inmunológico de ese organismo vivo -con capacidad de autorregulación- que es el planeta Tierra, se venía activando, como se activa nuestro propio sistema inmunológico cuando genera fiebre para enfrentar la amenaza de un agente externo.

Ver "Particularidades de un desastre" - Abril 5, 2020

En este caso la amenaza es la manera como durante décadas, pero especialmente desde el auge de la llamada Revolución Industrial, los humanos hemos entendido y llevado a cabo el llamado “desarrollo”, impulsado principalmente por combustibles fósiles, y cuyo objetivo ha sido incrementar sin límites la capacidad de nuestra especie para dominar el planeta e imponerle a la Naturaleza las prioridades humanas. O más precisamente: las prioridades de quienes -sin importar a nombre de qué ideología lo ejerzan- tienen en sus manos el poder económico y a partir de allí el poder político, y la capacidad de tomar decisiones que esos poderes les otorgan.


El sistema inmunológico de la Tierra en plena acción

Ninguna especie posee intrínsecamente la condición de plaga, pero cualquier especie se puede convertir en plaga cuando desaparecen los denominados controles ecosistémicos, que son expresiones de esa ya mencionada capacidad de autoorganización y que, como su nombre lo indica, controlan la población y en muchos casos los comportamientos de las distintas especies que existen en un ecosistema, para evitar que se conviertan en plagas.

En el lenguaje coloquial se hablaba -o se habla- de “enemigos naturales”, cuando en realidad se trata de eso: de mecanismos que garantizan la existencia de la llamada retroalimentación negativa en los ecosistemas, que cumplen la función de los termostatos en los calentadores de agua, que cuando detectan que el agua ha llegado a una temperatura predeterminada, interrumpen la entrada de energía para que el agua sólo se caliente hasta ahí. Eso impide que estalle el sistema.

Pero en este caso, la manera como nuestra especie ha entendido el desarrollo, no solamente ha bloqueado ese termostato que garantiza la retroalimentación negativa, sino que lo ha convertido en uno que a medida que detecta que el agua se calienta más, hace que ingrese más y más energía al sistema para que se siga calentando todavía más. Esto es lo que en termodinámica se denomina retroalimentación positiva y es lo que en la Naturaleza determina que, por ejemplo, un organismo tropical se convierta en huracán.

Como nuestra especie acabó con casi todos sus enemigos naturales (resalto el casi) y como fuimos incapaces de sustituir esos controles ecosistémicos por una ética bio-eco-céntrica que nos permitiera reconocer las interdependencias entre todos los seres vivos que conformamos ese sistema de sistemas que se llama la Biósfera, nos convertimos en plaga. Pero el sistema de autorregulación de la Tierra sigue funcionando y generó fiebre para deshacerse de esa amenaza que lo está afectando. A los efectos concatenados de esa fiebre le damos el nombre de crisis climática. Resalté el casi porque desde hace mucho tiempo se sabía y advertía que en el multidiverso universo de los microrganismos, sobreviven y evolucionan todavía los únicos “enemigos naturales” que el ser humano no ha podido vencer.

Entrevista que Víctor Mallarino tuvo la gentileza de hacerme para su programa Sapiens en Agosto 2019

Cada vez existen más evidencias de que las mutaciones del coronavirus que dieron lugar a esta pandemia y que siguen apareciendo a medida que la inteligencia del virus lo hace coevolucionar, están directamente relacionadas con la invasión metastásica de las costras urbanas sobre ecosistemas estratégicos para la Biosfera, y con la manera como hemos destruido los hábitats de miles de especies animales, o como, de diferentes maneras, hemos conducido a esas especies hacia la extinción y hemos obligado a los virus a mutar para adaptarse a nuevos hospederos, dentro de los cuales el ser humano ha resultado ser el mejor vector desde el nivel planetario hasta el local.

Un modelo de desarrollo que se mide por la capacidad de destruir, desperdiciar, desechar y contaminar

Con frecuencia oímos decir que “hay que salvar el planeta”, pero el planeta se está salvando solo, prueba de lo cual es, precisamente, la activación de su sistema inmunológico para deshacerse de la plaga.

En consecuencia nuestro desafío no es salvar el planeta, que se está salvando solo, sino salvar la posibilidad de que esa especie humana a la cual pertenecemos, siga formando parte de la Tierra. Porque vale la pena. Porque cada integrante de la especie humana es el resultado de eso que llamo La Berraquera de la Vida -The Brave Stubborrness of Life- que ha permitido que en aproximadamente 4 mil millones de años, hayamos podido coevolucionar desde los primeros seres unicelulares que aparecieron en la Tierra -y más exactamente en el Agua de la Tierra- hasta que aparecimos los seres humanos.

Nuestro desafío es seguir formando parte de la Tierra para lo cual obligatoriamente debemos dejar de ser una plaga. El llamado “desarrollo sostenible” no se puede quedar en un listado de buenas intenciones, ni en un discurso diplomático, ni en una declaración publicitaria, sino que debe entenderse y llevarse a cabo de manera efectiva y debe traducirse, en un plazo realista, en cambios profundos a la que conocemos como “civilización”.

En este evento que nos reúne hoy, se han presentado cifras y argumentos que demuestran cómo, en la práctica, la producción de residuos se ha convertido en un Indicador de “éxito” de la economía y del desarrollo. En la primera presentación de ayer, la doctora Martha Triana, Subdirectora de Formación y Empleabilidad del IPES, nos compartió cifras según las cuales, de acuerdo con el DANE, la población de Colombia en 2018 era de 48’258.494 personas, de la cuales 7’181.469 habitábamos en ese momento en Bogotá, y ese año generamos 6.368 toneladas mensuales de residuos sólidos (aproximadamente 194 mil toneladas mensuales), lo cual arroja un promedio cercano a 1 kilo diario de residuos por persona.

Esas cifras confirman la relación directa que hoy existe entre incremento del PIB y generación de residuos sólidos que se quedan sin reutilizar y de otras formas de contaminación.

Otras cifras del DANE indican que

Para el 2018 la oferta de residuos sólidos y productos residuales derivados de los procesos de producción, consumo y acumulación ascendió a 24,85 millones de toneladas, dentro de las cuales el 86,0% correspondió a residuos sólidos, y el 14,0% a productos residuales. El comportamiento de la oferta para 2018 muestra un crecimiento de 5,5% con relación al año anterior, explicado por un incremento de 8,6% en la oferta generada por los hogares (11,64 millones de toneladas) y una contribución de 3,9 puntos porcentuales, sobre la variación total.

[Ese mismo año] la generación per cápita de residuos sólidos y productos residuales fue de 515 kilogramos. El indicador presentó un crecimiento de 3,7%, con relación al año anterior [y se] se generaron 29.111 toneladas de residuos sólidos y productos residuales por cada billón del PIB. El indicador presentó un crecimiento de 2,9% frente al año anterior, explicado por el crecimiento de 5,5% en la generación de residuos y de 2,5% en el PIB.

A lo anterior debemos sumarle el aporte que diariamente hacemos desde Bogotá, la principal ciudad de la cuenca del río Magdalena, en términos de aguas servidas que van a dar a ese río, y de allí al mar Caribe; y el aporte de emisiones de gases de efecto invernadero que contribuyen a incrementar la Crisis Climática y que, sobre todo, aumentan la condición de isla de Calor Urbano que tiene nuestra ciudad.

Coincidencialmente hace dos días la Organización Mundial de la Salud divulgó un informe en el cual da a conocer los datos siguientes, e informa que ha reducido los límites máximos dentro de los cuales la concentración de determinadas sustancias en la atmósfera se considera aceptable para la salud humana.

Afirma la Organización que “en 2016, el 91% de la población vivía en lugares donde no se respetaban las Directrices de la OMS sobre la calidad del aire” y que “según estimaciones de 2016, la contaminación atmosférica en las ciudades y zonas rurales de todo el mundo provoca cada año 4,2 millones de defunciones prematuras.

Así mismo, el Instituto Nacional de Salud ha confirmado que la contaminación del aire constituye la principal causa de IRA (Infecciones Respiratorias Agudas) en Colombia, y que a finales de 2019 fueron “la quinta causa de mortalidad en población general y se ubica entre las tres primeras causas en menores de cinco años”.

Todos estos son argumentos que refuerzan la convicción de que es ineludible generar una transformación profunda de este modelo de desarrollo basado en el extractivismo en sus diferentes formas (una evidentes, otras no), y que a medida que “progresa” cada vez genera un mayor detrimento ambiental y empeora las condiciones de las cuales depende una buena salud ambiental, colectiva e individual.

La educación al servicio de una profunda transformación

No dudo en comparar este Cambio de Era del cual los seres humanos somos testigos y actores, con la situación que se generó hace 66 millones de años cuando un aerolito se estrelló contra la Tierra y provocó una cantidad de cambios ambientales que condujeron los dinosaurios a la extinción.

La crisis climática estrechamente entrelazada con la crisis de salud física y mental generada por el Covid-19, y con las que ya se anuncian como consecuencia de la liberación de una enorme cantidad de virus que yacían atrapados en los glaciares y en otras estructuras de la Biosfera en proceso de descongelación; y entrelazada y retroalimentada por las consecuencias sociales y económicas que han surgido de las otras dos, y con la crisis fractal de gobernanza y de confianza y credibilidad de las comunidades hacia la institucionalidad, han dado lugar a un desastre sin antecedentes en la historia de la especie humana en el planeta.

La Tierra nunca volverá a esa llamada “normalidad” de la cual formamos parte hasta marzo del año pasado. Sea esta la oportunidad para insistir en que hay que cambiar la pregunta sobre “¿Cómo será la Tierra cuando salgamos de esta situación?”, por la afirmación-decisión-acción sobre cómo pensamos que debe ser, y a qué nos comprometemos como integrantes de la especie humana para contribuir a esos cambios profundos en el modelo de “civilización”

Agradezco que se me haya permitido compartir estas reflexiones en este escenario, porque me genera esperanza en que estos Virus de Vida -estas Esporas de Esporanza, como los he llamado en otros escenarios- caiga en vectores que los ayuden a difundir.

Tengo la convicción de que ese proceso que llamamos “Educación” (que no comienza solamente cuando nos empezamos a gestar en el vientre materno, sino que, como proceso colectivo, viene desde muchas generaciones y desde muchas otras crisis y logros atrás), se tiene que transformar profundamente a partir de lo que en el título de esta charla denominé la “Conciencia y experiencia de ser testigos y actores de un Cambio de Era”.

Por supuesto en ese proceso la institución Universidad tiene un papel muy importante que cumplir, e incluye la transformación de los perfiles profesionales -y sobre todo “vitales”- de todas las personas que egresen con un título de pregrado o de posgrado de la Educación Superior. La Universidad debe incluso influir de manera efectiva -de múltiples maneras efectivas- para que el resto de niveles del proceso educativo formal, comenzando por el preescolar, se transformen también; como también puede y debe incidir sobre los contenidos y los medios de la educación popular y no formal.

Tenemos la obligación ineludible de convertir el desastre en escuela.

Desde hace varias décadas se viene insistiendo en “La necesidad inevitable de una recesión planificada”. La Universidad debe comenzar a formar sin dilaciones a los y las profesionales de todas las carreras, para que sean capaces de inspirar, planificar y gestionar ese proceso, teniendo como objetivo la generación de condiciones que propicien la paz con la Naturaleza y la paz entre los seres humanos, cada una pre-requisito de la otra.

Por supuesto a mi me preocupa el Covid, pero en la lista de preocupaciones hay otras para las cuales no existen vacunas ni medidas de bioseguridad: 

1. El desplome del Estado de Derecho

2. La corrupción estimulada y garantizada por la impunidad

3. El incremento de violaciones a los Derechos Humanos, que incluyen el asesinato sistemático de líderes sociales, ambientalistas y excombatientes que confiaron en el Acuerdo de Paz

4. Los desplazamientos también sistemáticos de comunidades

5. El impacto creciente de la crisis climática con todas las amenazas que se derivan de allí, y la evidencia de que muchas de las estrategias que se proponen para conjurarla, sean más de lo que la produjo  

6. La probabilidad de que, como sucedió en el siglo pasado, la estrategia para “superar” una depresión económica, sea una Guerra Mundial [en versión actualizada al día de hoy].

Pensándolo bien, no retiro pero sí relativizo mi afirmación, de que para esas otras dimensiones interrelacionadas que alimentan la crisis actual, no existen vacunas ni medidas de bioseguridad, porque si bien no existen hoy, muy seguramente desde la educación se podrán desarrollar poniendo a volar en bandada y convirtiendo en políticas públicas -en maneras de Ser- esos que en prospectiva se denominan Gérmenes de Futuro y que están presentes a todo lo largo y ancho del territorio nacional.

Ver la presentación "Del Deber de la Esperanza a la Obligación del Milagro", aquí el día que la compartí en un evento convocado por Planeta Paz

En días recientes, en el marco del proceso de actualización de la Política de Investigación que se está llevando a cabo en el Externado de Colombia, a cuya Facultad de Ciencias Sociales y Humanas estoy adscrito, tuve oportunidad de compartir estas reflexiones y propuestas:

·         Esta crisis está relativizando todos los saberes, obligando a cuestionar paradigmas, forzando a reinterpretar procesos a partir de estas realidades que se expresan fractálmente y que cambian con una enorme rapidez. Lo observamos en ciencias que hoy son de primera importancia como la epidemiología, para la cual todos los días surgen nuevos interrogantes como consecuencia de la inteligencia evolutiva del virus... Y qué decir de las ciencias ambientales frente a la Crisis Climática. Y por supuesto, de las Ciencias Sociales, hoy cuando de una u otra manera todas las ciencias son sociales. 

Es indispensable, en consecuencia, fortalecer los diálogos de saberes, horizontales, respetuosos, que partan, como pre-requisito, de los diálogos de ignorancias, a través de los cuales cada actor del diálogo sea capaz de reconocer sus vacíos y de aportar sus conocimientos, para construir de manera conjunta los nuevos enfoques y el nuevo conocimiento que permita interpretar e interactuar con la nueva realidad de este planeta en que se está convirtiendo la Tierra como resultado de esta crisis compleja e irreversible.

Con nuestra siempre presente Maestra, Lucero Zamudio, conversamos mucho sobre la que en ese momento llamamos "Universidad para la alta montaña", entendiendo por tal a una Universidad que vaya a los territorios y que construya sus programas, sus metodologías, sus leguajes, sus sistemas de "admisión" y de evaluación, en diálogo permanente entre los actores académicos y los actores de cada territorio... y no solo con los actores humanos sino también con los no humanos: el Agua, los ecosistemas, el clima, los mitos a través de los cuales las comunidades ancestrales se comunican con los territorios y entienden de qué manera la Naturaleza misma los ha venido "ordenando".

Lucero Zamudio

Es importante avanzar en el compromiso de que como resultado de cualquier investigación que se lleve a cabo -como resultado de la simbiosis investigador/investigado- todas las partes resulten fortalecidas; más capaces de participar de manera efectiva en los procesos en los cuales se toman las decisiones que de una u otra manera van a afectar sus vidas, sus territorios, y a las siguientes generaciones... Si un territorio, una comunidad, queda fortalecida como resultado de una investigación en la cual yo he participado, yo mismo quedo fortalecido en términos de mi transformación personal.  Esto, por supuesto, está inspirado en lo que nos enseñó el Maestro Orlando Fals Borda sobre el sentido y la práctica de la Investigación-Acción Participativa.

Me atrevo a proponer que el énfasis no sea tanto en formar estudiantes "en competencias", sino en FORMAR EN CONVIVENCIAS: en el desarrollo de habilidades para la simbiosis, para las alianzas de la cuales depende la posibilidad de que podamos contribuir a generar un nuevo modelo civilizatorio que propicie -como dije antes- la Paz con la Naturaleza y la Paz entre los Seres Humanos (cada una pre-requisito de la otra... y ambas cada vez más ausentes en Colombia). 

Por último, sea esta la oportunidad y el espacio para retomar esta propuesta: que toda persona que vaya a obtener su cédula en Bogotá, o que se vaya a graduar en cualquier área, en una Universidad pública o privada con sede en Bogotá, además de los requisitos académicos y administrativos habituales, deba presentar tres constancias:

                 -  La de que conoce el Museo del Oro

-  La de que conoce el Parque Chingaza y/o el Páramo de Sumapaz

 La de que conoce el Relleno Doña Juana

Esas tres constancias certificarán que esa persona efectivamente es consciente de todo lo que representan esos tres hitos para este territorio que, a través de una Universidad, la está declarando como Idónea para ejercer una profesión. De que todo espacio en donde la ejerza, se convertirá en un “empleo verde”.

Todo lo que se ha compartido en este evento apoya la importancia que tiene el Relleno Doña Juana como aula ambiental y como evidencia de la huella que estamos dejando de nuestro paso por la Tierra… Y de qué es lo que queremos y debemos transformar a partir de nuestra transformación humana, personal y profesional.                                                                

Muchas gracias

Gustavo Wilches-Chaux