Introducción
En la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Externado de Colombia, en alianza con el Laboratorio Interdisciplinar de Análisis Espacial LINAE, comenzamos el martes 10 de Septiembre un curso virtual de ocho sesiones denominado Astronomía para Todos Del suelo al cielo Ida y Regreso, sobre cuyo desarrollo -lleno de sorpresas muy gratas en especial por las edades y el entusiamo de la mayoría de participantes- informaremos al final del mismo.
El curso es uno de los objetivos de un proyecto de investigación-acción participativa titulado "Control de la contaminación lumínica como estrategia para fortalecer la resiliencia de los territorios urbanos y rurales y para contribuir a la Paz Total entre los seres humanos y con la Naturaleza" cuyas bases teóricas se encuentran en el artículo "El Derecho a la Oscuridad" y cuya orientación general quedó consagrada en el texto que sigue y que se entregó a todas las personas inscritas antes del comienzo del curso.
La Socio-Astronomía: una ciencia social y humana
No debe sorprenderle a nadie que la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas (FCSH) de la Universidad Externado de Colombia esté empeñada en promover tanto hacia el interior como hacia el exterior de la Universidad, el conocimiento y la vivencia de la Astronomía como una ciencia social entendida y aplicada con un enfoque eminentemente humanista. Que como se verá más adelante, no tiene nada que ver con el antropocentrismo (ni con el urbanocentrismo), que hoy se reconoce como una de las causas principales de esta crisis compleja e irreversible que, en todas las escalas, desde la planetaria hasta la personal, está afectando a nuestro planeta y en consecuencia poniendo en peligro nuestra existencia como especie humana.[1]
Desde
que se concibió el PAF, o sea el Proyecto Académico de nuestra Facultad de
Ciencias Sociales y Humanas[2], quedó establecido que en
ella confluirían en permanente interacción, siete programas que en otras
instituciones de educación superior constituyen carreras separadas: Antropología,
Filosofía, Geografía, Historia, Psicología, Sociología y Trabajo Social; además
de varios programas de posgrado (diplomados, especializaciones, maestrías y
doctorados) y programas como el de Interacciones Multiculturales que propicia
los diálogos entre las distintas cosmovisiones que forman parte de la
biodiversidad pluriétnica y multicultural del país, de la cual forma parte
también el llamado “conocimiento occidental”.
El CIDS[3] -Centro de Investigaciones sobre Dinámica Social de la FCSH- también apoya este proyecto, a través, entre otras estrategias, del Eje Transversal de Gestión Socioambiental – Gestión del Riesgo de Desastres – Gestión Climática que cruza a todos los programa de la Facultad.
Otras Facultades de la Universidad, como la de Administración de Empresas Turísticas y Hoteleras[4] y la de Estudios del Patrimonio Cultural[5] también han manifestado interés en vincularse y esperamos que se nos unan otras más.
Uno de nuestros propósitos es que este se convierta en un proyecto transversal de toda la Universidad y que de una u otra manera los enfoques que estamos promoviendo entren a formar parte de los perfiles humanos y profesionales de quienes egresen el Externado.
Compartimos la convicción de que es a través de los diálogos de cosmovisiones como podremos generar respuestas de vida para los grandes desafíos que debemos enfrentar quienes hoy somos “testigos y actores de este cambio de era”.[6]
Cada cosmovisión -cada sistema de conocimiento- tiene mucho que aportar pero también tiene mucho que aprender de otras cosmovisiones. De allí que también, desde hace varias décadas, venga insistiendo en que para que los diálogos de saberes (que hoy prefiero llamar diálogos de cosmovisiones) sean posibles y efectivos, deben estar precedidos de verdaderos diálogos de ignorancias, a través de los cuales cada cual pueda reconocer lo que sabe y lo que ignora. Porque es a partir de ahí como se pueden valorar y aprovechar los conocimientos de los demás.
Con frecuencia insisto en que nuestro desafío actual no es “salvar el planeta” -que se está salvando solo- sino salvar la posibilidad de que nuestra especie humana siga formando parte de la Tierra. Para ello, entonces, debemos dejar de ser una plaga, reconocer que como especie formamos parte integral de los sistemas que le otorgan a la Tierra su condición de Ser Vivo, reconocer nuestras múltiples interdependencias con esos sistemas, y aprender a dialogar por las buenas con todos los demás seres y las dinámicas que los conforman.[7]
Aquí no nos referimos solamente a los seres vivos en el sentido biológico estricto del concepto, sino a todos esos otros seres que, en términos de hoy, debemos reconocer como ordenadores del territorio, comenzando por el Agua (ingrediente de todo ser vivo) e incluyendo a otros como los volcanes, las fallas geológicas, las dinámicas hidro-climáticas… y por supuesto al Sol -fuente de toda Vida- y a nuestro satélite natural la Luna, de cuya presencia depende en muchos aspectos la estabilidad de la Tierra y de quienes formamos parte de ella.[8]
Entendemos que la Astronomía nos puede ayudar a ir más allá incluso de las concepciones biocéntricas y ecocéntricas del mundo -cuyos principios y valores compartimos- para avanzar hacia la que nos atrevemos a llamar una visión cosmocéntrica del mundo… la cual nos puede ser muy útil para comprender cuál es la función y cuáles son las posibilidades y las responsabilidades de nuestra especie en el mundo.
Por allá en 1998 un grupo de ambientalistas colombianos (que también habíamos trabajado activamente para llevar a la Asamblea Nacional Constituyente una “Propuesta Ambiental”, la mayor parte de la cual quedó en la Constitución de 1991) preparamos como una contribución a la entonces denominada “Asamblea Permanente de la Sociedad Civil” y a la “Cumbre Social contra la Pobreza y por la Equidad”, un documento que titulamos “Nuestro compromiso político con el Cosmos – En el camino hacia una agenda de los ambientalistas para la construcción de un modelo de desarrollo que posibilite la paz”.
No en vano el Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026 del Gobierno actual se denomina “Colombia, Potencia Mundial de la Vida” y tiene como su objetivo orientador el logro de “La Paz Total”.
Con un aditamento que no era tan evidente algunos años atrás: quien hoy hace a diario una auditoría implacable para establecer si efectivamente se está cumpliendo o no el objetivo de garantizar que el llamado “desarrollo” se conciba y se lleve a cabo en paz con la naturaleza, es la naturaleza misma, muchas veces a través de los mal llamados “desastres naturales”.[9] Los territorios mismos (producto del matrimonio indisoluble entre ecosistemas y comunidades humanas) no solamente han adquirido conciencia de que son -valga la redundancia- actores activos de la obra, sino que están asumiendo y ejerciendo, por las buenas o por las malas, la dirección de la obra.
Ecoteología pagana: la dimensión espiritual de nuestra pertenencia al Cosmos
Mencionamos antes la importancia de los diálogos de cosmovisiones en eso que hoy reconocemos como el continuum inseparable Gestión Socioambiental – Gestión del Riesgo de Desastres – Gestión Climática, el cual aunque con otras denominaciones, forma parte de la cosmovisión de la mayoría de las culturas ancestrales.
Ver TEODIVERSIDAD
Otras de las obsesiones del autor de estas líneas, es la de recuperar el sentido original de la palabra MITO, que en la cultura occidental se ha convertido en sinónimo de error o de mentira, cuando -muy inspirado en la obra de Joseph Campbell- concibo el mito como una cosmovisión que explica y le otorga sentido a la existencia y que sobre todo nos otorga a los seres humanos que adoptamos ese mito, una posición y una función.
Tras los mitos de las culturas que afirman que una determinada laguna o una serranías son sagradas, o que unas determinadas especies animales o vegetales también poseen esa condición, existen varias generaciones de conocimiento ecológico acumulado, que permite entender que la posibilidad y la calidad de la existencia de una comunidad humana en el territorio del cual forman parte, depende de que esa serranía (como es el caso de la Macuira en la Alta Guajira) mantenga la integridad y de diversidad de los ecosistemas que se encargan de capturar las aguas atmosféricas que luego van a alimentar los cuerpos de agua superficiales y el llamado Acuífero(subterráneo) del Río Ranchería, del cual depende la posibilidad de habitar esa región. O que esas especies animales o vegetales que se consideran sagrados son bioindicadores que en últimas indican que en el territorio existan condiciones que permiten la vida de los seres humanos con calidad y dignidad.
Los mitos -así entendidos- se suelen aprender en el seno materno, lo cual determina que quedarán impresos de por vida en quienes desde su mas tierna infancia los han convertido en una parte integral de su “yo”; de su cosmovisión. Sin normas insobornables de comportamiento ambiental.
Esas “creencias” (muchas veces llamadas así con sentido peyorativo), son consideradas “paganas”. Existen distintas versiones sobre la etimología de la palabra “pagano”, pero tanto las que afirman que proviene del griego o del latín, la ligan con “campo”.
En 2014, en un artículo titulado “Por qué la Luna llena también sale a alumbrar en las procesiones de Popayán”, escribí:
El paganismo -cuya etimología
proviene del latín paganus o pagus, que quiere decir “campo”- hace referencia
al que quizá sea el más profundo sentimiento religioso
que se puede alcanzar: el que proviene de la convicción y de la sensación
integral de que conformamos una Unidad Sagrada con los demás seres que
conforman la Naturaleza, incluidos por supuesto el agua, los montes, las
estrellas, la Luna y el Sol. […]
En ese momento viví lo que sólo aprendí racionalmente años después, cuando supe que la palabra “religión” viene de religare que quiere decir “religar: volver a unir.[10]
Cuando
en su Encíclica Laudato Si´ el Papa Francisco 1º hace una llamado a la
necesidad de reinterpretar el Génesis, confirmé que el paganismo es quizá
sea el más profundo sentimiento religioso que se puede alcanzar.
Una de las maneras como el Laboratorio de Análisis Especial Laboratorio Interdisciplinar LINAE se ha vinculado a este proyecto, es mediante a orientación del proceso mediante al cual una de las terrazas de uno de los edificios del campus del Externado, se convertirá en el SolSitio, un observatorio para la interpretación del paisaje “Del Suelo al Cielo (Ida y Regreso)”[11].
Y a comprender por qué frente a los desafíos que en este momento nos está imponiendo el cambio de era, la situación de Colombia en la franja Ecuatorial o Intertropical del planeta representa una ventaja comparativa que debemos saber aprovechar.
[7] https://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/dialogar-buenas-agua-gustavo-wilches-chaux-411518-noticia/
[8] https://www.bbc.com/mundo/vert-fut-58339202#:~:text=La%20Luna%20estabiliza%20a%20la,las%20noches%20ser%C3%ADan%20muy%20diferentes.
Ver también: https://www.nationalgeographic.es/espacio/2019/07/por-que-tenemos-la-luna-y-como-afecta-nuestro-planeta
[9] https://razonpublica.com/raices-consecuencias-desastre-estructural/
[10] https://witches-chaos.blogspot.com/2014/04/de-por-que-la-luna-llena-tambien-sale.html
[11] Título de un libro de mi autoría publicado en 2003, disponible en http://repositorio.gestiondelriesgo.gov.co/handle/20.500.11762/29887
[12] Ver: “Ecofeminismo: las brujas existen y cada vez son más necesarias”
https://razonpublica.com/ecofeminismo-las-brujas-existen-vez-mas-necesarias/