El periódico EL TIEMPO de hoy le otorga -en primera página- la importancia necesaria a uno de los indicadores más dramáticos de la incapacidad del territorio colombiano para ofrecernos SEGURIDAD INTEGRAL a quienes formamos parte de él. Hablamos del suicidio infantil. Dice el periódico que "cada dos días se suicida un menor de edad en Colombia".
De acuerdo con la noticia, desde el año 2005 se han registrado 929 casos de suicidios de niños y adolescentes en Colombia. La cifra puede no parecer muy alarmante en comparación, por ejemplo, con la enorme cantidad de homicidios, secuestros, desapariciones y otros atentados contra la vida que se presentan anualmente en el país (17.717 casos de homicidio en 2009, 14.81% más que el año anterior), pero es grave un indicador de las carencias afectivas que padece toda una generación.
Desde que el Instituto de Medicina Legal publicó su informe FORENSIS 2009, nos llamó la atención la 'curva' de suicidios en el país, y la cantidad de suicidios de niños y adolescentes entre los 5 y los 19 años, y en general los suicidios de gente joven en nuestro país.
El informe FORENSIS 2010, que por alguna razón no se ha publicado en internet (o que yo no he podido encontrar) muestra que, en términos del titular de El Tiempo que lo destacó en su momento, "Casi la mitad de los suicidas del 2009 no había cumplido 30 años".
En desarrollo de un par de consultorías que tuve la oportunidad de realizar en 2009, avanzamos con el Programa Conjunto de Integración de Ecosistemas y Adaptación al Cambio Climático que coordina el PNUD, en el concepto de SEGURIDAD TERRITORIAL y en lo que éste significa para Colombia.
Y en un documento titulado "Corriendo el Cerco - Inclusión de los derechos de la infancia y la juventud en las Políticas Hídrica y de Adaptación al cambio climático y otros temas relacionados" que tuve la oportunidad de elaborar con UNICEF, incluimos de manera expresa la SEGURIDAD AFECTIVA Y EMOCIONAL como un componente de la SEGURIDAD TERRITORIAL que, a su vez, constituye uno de los "clavos" fundamentales, de los cuales depende esa red o telaraña de factores e interacciones que se llama un TERRITORIO SEGURO.
En ese mismo documento resaltamos la importancia de ese 'microterritorio seguro' que debería ser la familia, en el cual cargamos y recargamos las baterías del afecto y de la seguridad emocional y a través de la cual tendemos nuestros primeros acercamientos a la Cultura y a la sociedad.
En la noticia de El Tiempo de hoy, citan al maestro Miguel de Zubiría, presidente de la Liga Colombiana contra el Suicidio Infantil y una de las personas que más aporte está realizando sobre el tema, cuando afirma que "Nuestros niños son muy infelices. Tienen todo lo que no necesitan (lujos, comodidades), pero les falta el amor y la compañía de los papás".
Y claro, el problema de la inseguridad afectiva y emocional no es patrimonio exclusivo de las clases económicamente más pudientes, en donde los niños y adolescentes reciben todo lo material que necesitan, sino que se extiende a las familias más pobres y en particular a aquellas en donde la supervivencia constituye un reto que se debe afrontar de manera cotidiana, en medio de las incertidumbres del desempleo, del desplazamiento actual o potencial y de otras tantas violencias que amenazan la existencia de un número cada vez mayor de comunidades del país.
La destinación de más de 48 millones de hectáreas del territorio nacional a la actividad minera y a la extracción de petroleo, va a enfrentar a miles de familias a condiciones de desplazamiento forzado o "voluntario" y por ende a una muy alta incertidumbre. Ese es uno de los impactos de la minería, invisibles para quienes solamente se preocupan por la "enfermedad holandesa"
En el texto citado (GW-Ch / UNICEF, 2009) anotamos lo siguiente:
"Entre otros posibles indicadores de inadaptación emocional y afectiva de distintos sectores de la sociedad colombiana, nos llaman especialmente la atención las cifras sobre depresión y suicidio. Estas dos patologías individuales y sociales no solamente constituyen indicadores de la INSEGURIDAD o INADAPTACIÓN EMOCIONAL Y AFECTIVA, sino que también muestran la calidad de muchos de los ambientes en que nacen y crecen los niños, las niñas y la población adolescente.
De la seguridad emocional y afectiva que nos ofrezcan, en primer lugar, la familia, y en segundo lugar, la comunidad a la cual pertenecemos, surgen y se nutren muchas de nuestras capacidades, en especial los de ese segmento de la población infantil que nos ocupa en estas páginas (recordemos que Amartya Sen define la pobreza como “carencia de capacidades”). Muchas de esas capacidades tienen que ver con nuestra posibilidad real para adaptarnos al cambio climático. En un reciente congreso de siquiatría llevado a cabo en el país se divulgó el dato de que “cada vez los colombianos se sienten más tristes, solos, desesperanzados, estresados, ansiosos y temerosos. El nerviosismo generado por la crisis económica, los altos índices de desempleo, la violencia y la sensación de inseguridad que se respira en las calles de las grandes y pequeñas ciudades están afectando seriamente la salud mental de la población” y de que “Colombia es el cuarto país con más problemas de salud mental en el mundo”.[1].
Por otra parte, un artículo de un investigador de la Universidad Industrial de Santander informa que “desde el punto de vista clínico y de salud pública el suicidio es una de las principales causas de muerte en el mundo, considerándose como la tercera causa de muerte en adolescentes y la séptima en adultos”[2]
La misma fuente indica que a nivel mundial “se ha descrito que en el año 1950 el 40% de los suicidios correspondía a menores de 45 años, mientras que para el año 2000 dicha proporción aumento al 55%. En la mayoría de los países se describen dos picos de frecuencia de suicidios, el primero en personas entre 15 y 35 años, y el segundo en mayores de 60 años.”
Sobre este último segmento de población, anota FORENSIS 2009:
“Es de destacar el aumento de la tasa de suicidio en mayores de 70, fenómeno que se viene presentando desde hace varios años, tanto en la población de hombres como en la de mujeres. En el 2008, no sólo hubo un incremento de la tasa de dicho rango, sino que además superó a la tasa de adolescencia, que generalmente era la más alta.”
“El incremento de la tasa en la vejez (70 años en adelante), se puede ver desde dos perspectivas: factores biológicos – genéticos y factores sociales. Con respecto al primero se encuentra que las personas mayores tienen se una producción dopaminérgica disminuida, la cual se relaciona con la depresión, y en cuanto a los factores sociales, se ha observado que cuando las personas llegan a cierta edad, su familia no les ofrece los mismos lazos, ni la atención que sí recibieron en un momento de sus vidas, por consecuencia los sentimientos de soledad y desentendimiento los pueden llevar a dejar de encontrarle sentido a la vida y desear morir.”
En una nota titulada "Pobrezas" que subí a este mismo blog (Mayo 3 de 2010), recordaba que hace algunos años (2003), se demostró que de la escandalosa cantidad de muertes (¡¡más de 52.000!!) ocurridas durante una fuerte ola de calor que afectó a Europa, una gran parte correspondieron a personas ancianas que se habían quedado solas en sus casas, mientras el resto de la familia pasaba vacaciones fuera de la ciudad. Resultó evidente que lo que se le atribuía al incremento de la temperatura ambiental, era realmente falta de calor humano.
¿Y qué tiene que ver todo esto con el cambio climático?
La humanidad actual está enfrentada a un reto que ya había tenido que afrontar la Vida en oportunidades anteriores, y del cual ha salido triunfante (la prueba somos nosotros). Es el reto de 'adaptarse' a las nuevas exigencias de un planeta cambiante. En este caso, el reto de aprender a vivir en ese nuevo planeta en que se está convirtiendo la Tierra como consecuencia del cambio climático. Sin embargo, si bien en el pasado la Vida como conjunto resultó triunfante (porque supo 'coevolucionar' con las dinámicas de la naturaleza), muchas especies que no pudieron transformarse, simplemente desaparecieron. El reto de la especie humana es no pasar a engrosar la lista de especies que desaparecen por no ser capaces de 'coevolucionar'.
Los cambios profundos que requiere nuestra concepción del desarrollo, las múltiples 'renuncias' que tendremos que hacer los seres humanos si queremos dejar de lado esa condición de 'plaga' contra la cual se está rebelando la Tierra, exigen profundos cambios culturales, que solamente vamos a ser capaces de asumir en la medida en que tengamos a carga plena las baterías emocionales, el amor y la afectividad. Ver: "La necesidad inevitable de una recesión planificada".
Las llamadas 'nuevas generaciones' tendrán que hacerse cargo de las facturas ambientales y sociales más costosas, que las generaciones que las han antecedido les estamos dejando sin pagar. Pero a juzgar por los indicadores, como vamos, vamos mal.